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 LA FIGURA LEGENDARIA DEL INMORTAL CURROS ENRÍQUEZ EN "CASA DE GALICIA", El Diario Español, Montevideo, 31 de julio de 1960

Una vez más, el insigne intelectual gallego Dr. Alberto Vilanova Rodríguez, nos trajo en la expresión  de galleguidad que tanto arraiga en su alma, a una de las figuras gallegas que haciendo honor a su estirpe, puso al servicio de su noble causa esa rebeldía que llevaba consigo en su espíritu orensano.
Fueron primero las hermosas palabras del señor presidente de Casa de Galicia, don Adolfo Pérez Bermúdez, las que expresaron al numeroso público que llenaba la sala de la institución, quién era el orador para aquellos que lo desconocían y el tema significativo que traía esa noche a la casa gallega para rendir homenaje a la memoria del insigne hijo de Celanova. Aplausos merecieron las palabras del señor presidente al presentar una vez más a Vilanova  Rodríguez que fue recibido con una gran ovación.

En un silencio profundo, el Dr. Vilanova dio comienzo a la conferencia, expresando el porqué de la elección del tema a tratar.
 
Curros Enríquez –expresa Vilanova Rodríguez- fue el más genuino y más grande representante de la emigración gallega. El que tanto la había combatido, tuvo luego que emigrar y convivir la vida con millares de sus hermanos. Vida llena de fuego y de emociones luchando a cada instante por la libertad para luego sufrir condenas por defender esa libertad y la verdadera justicia. Sus virtudes cívicas son un ejemplo de dignidad. Sufrió las injusticias porque vivió para consagrarse a su defensa. Tronaba contra la emigración porque conocía las causas que existían para ella. Luego lee varias composiciones de Curros Enríquez que merecen grandes ovaciones. Habla luego de cuando hizo su defensa Luciano Puga en el proceso que se le seguía, y cuando embarca para La Habana compuso aquel maravilloso canto que se llama “Un adiós a Mariquiña”. Funda en La Habana el seminario “Terra Gallega”, en el que la obra de Curros adquiere grandes relieves por su magnificencia, periódico que tuvo que desaparecer por la política galleguista que seguía. Para luego a formar parte del gran rotativo cubano “El Diario de la Marina”. Allí su obra periodística adquiere gran prestigio. Más tarde vuelve Curros a Galicia un tanto desapercibido por quienes tenían la obligación de tributarle los honores a los cuales se había hecho acreedor por sus elevados méritos.

García Ferreiro critica enérgicamente esas actitudes y expresa que no puede entender  cómo hay gallegos que olvidan a los que, como el preclaro hijo de Celanova, viene enfermo de su gran lucha por el enaltecimiento de la patria. Luego nos señala la lucha de Curros por la libertad de Cuba cuando Cánovas del Castillo exigía más luchas en tierras cubanas. Se combatía la política de Curros Enríquez por estas causas, pero luego se reconocía que si se hubiese hecho caso y se hubiese escuchado a Pi y Margall, otros hubiesen sido los resultados como justificando  la obra de Curros. Luego Vilanova, una vez más, expresa que es necesaria la unión perfecta de los gallegos. Es necesario realizar obra, pero obra de unidad, porque cuando se realice obra de desunión no se conseguirá otra cosa más que estar causando daño a los intereses de la patria. Curros tuvo que sufrir lo indecible por la unión de la colectividad, a tal punto que se borró de los registros del Centro Gallego de La Habana, siendo socio honorario del mismo, por el solo hecho de haber elegido a una persona para la presidencia del centro, que no era gallego. Una gran ovación premia las palabras del orador. Lee luego varias composiciones del insigne escritor y narra un hecho ocurrido el 25 de julio de 1894 cuando se le solicitó una poesía para un festival que había de celebrarse en conmemoración de la fecha gallega.

Amargura idiomática de la tierra sufría Curros y por eso creyó siempre que era necesario crear un cuerpo académico que defendiera el idioma gallego, asistiendo así a la realidad de la creación de la Real Academia Gallega.
Nos trae Vilanova Rodríguez al recuerdo aquella velada realizada en La Habana para recaudar fondos para el traslado de los restos mortales de Pascual Veiga de Madrid a Galicia. Y al solicitársele el concurso a Curros para la misma, expresó: “Yo he de asistir a ella pero pagando mi platea, de lo contrario no voy”.

Luego nos narra el insigne orador una de tantas anécdotas del gran poeta con un paisano suyo que le sacaba unos pesos con el deseo de llevar a Cuba las cepas de uva del Rivero para que allí pudiese cosechar el riquísimo vino gallego, pero nunca se llegó a tal cosa.
Curros Enríquez fue todo ternura y bondad porque se encariñaba tiernamente con los niños y encendía su espíritu para luchar por todos los que padecían hambre de justicia.

Murió en la Quinta Covadonga del Centro Asturiano y, a la triste hora de su muerte, solamente estaban a su lado siete gallegos, esos siete amigos que le quedaban a quien había sido unos de los más grandes patriotas de todos los tiempos. Pero todos aquellos que lo habían olvidado en vida, corrían tras su gloria disputándose su cadáver.

Hay que saber ser gallego cumpliendo con las sagradas obligaciones de la patria y con las que nos legaron quienes en la emigración tanto hicieron por el buen nombre de la misma. Cumplir con Galicia dando por ella todo cuanto sea necesario dar. Esa es la obra necesaria para cumplir con lo que Curros Enríquez, como insigne patriota, pidió. Unión, unión y más unión de la colectividad para honrar a los gloriosos muertos que todo lo dieron por Galicia.
Una estruendosa ovación que duró varios minutos hizo vibrar de intensa emoción a ese otro querido e ilustre orensano.

El Diario Español, Montevideo, 31 de julio de 1960
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