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 ALFREDO VICENTI REY (1956)

A la amada memoria de los entrañables amigos Roberto Blanco Torres, Manuel Lustres Rivas, Xohán Carballeira, Juan Jesús González, Víctor Casas y Jacinto Santiago, ilustres periodistas gallegos inmolados en 1936. Como Vicenti, grandes escritores, excelentes demócratas y magníficos gallegos, bien merecen este humilde recuerdo, ungido de fervorosa devoción al trazar la semblanza del Maestro del periodismo gallego y español.


Nació en Compostela el 20 de noviembre de 1859. Era hijo de una modista, Gregoria Rey. De su segundo nombre, Vicente, hizo su primer apellido Vicenti.


En la Universidad de su ciudad natal estudió Filosofía y Medicina. Ejerció su carrera de médico muy poco tiempo en el valle del Ulla, fruto de esta corta estancia fueron sus artículos "Perfiles del Ulla". Ejerció el periodismo en los periódicos santiagueses "El Diario de Santiago" y "La Gaceta de Galicia". En este último publicó un artículo que atrajo la condenación del arzobispo-cardenal Payá, por lo que tuvo que trasladarse a Madrid en 1878.

Dos años antes pubicó en Orense su libro de poesías "Recuerdos", al que puso un hermoso prólogo Murguía. Es decir que tanto Vicenti como Valle Inclán fueron apadrinados en la aparición de sus primeros libros por la maravillosa pluma de nuestro Patriarca. Murguía señala que los versos castellanos de Vicenti son "fruto de una de las más puras y legítimas inspiraciones de nuestro país en estos tiempos. Basta decir que en las páginas que hoy aparecen se encuentran los primeros acentos de una musa juvenil, que ésta es original, poderosa que responde a la necesidad que sentimos todos en Galicia de un poesía que no consistiera ni en las reminiscencias ni en los lugares comunes".

Establecido en la capital de España, colaboró en "La Ilustración Gallega y Asturiana", en la que redactó algunas Revistas de la decena y artículos dedicados a exaltar literatos gallegos que merecieron los más calurosos elogios de los entendidos, considerándose como de los mejores el dedicado al malogrado poeta Aurelio Aguirre Galarraga. Son dignos de citar también los publicados en otras revistas gallegas, como los estudios que escribió acerca del poeta polaco Adán Michiewicz y del poeta lusitano Guerra Junqueiro.

Al fundar Castelar su órgano periodístico "El Globo", encargó de su dirección a Vicneti. Las campañas que sostuvo entonces su director hicieron época. Sus editoriales sobre el cuarto centenario del descubrimiento de América, sobre la necesidad de la descentralización administrativa de España, así como sus críticas de la Exposición pictórica de 1885, son verdaderamente magistrales. Pero nada causó tanta sensación como su labor en favor de los damnificados por las inundaciones de Murcia y de Consuegra. De lo que hizo entonces Vicenti, dejamos a Curros Enríquez que nos lo diga en una de sus estupendas prosas:

"Cuando  las inundaciones de Murcia y de Consuegra nosotros hemos visto a Alfredo realizar prodigios de caridad que han conmovido profundamente nuestra alma. Los artículos que entonces escribió en "El Globo" despertaron sentimientos ya casi extinguidos entre nosotros, arrastrando al sacrificio heroico a una nación que, teatro de todo género de convulsiones políticas, parecía muerta para los afectos nobles e insensible a los estímulos más humanitarios y tiernos. Ante aquellas catástrofes  brillaron a una y se revelaron a España todas las poderosas energías y aptitudes del insigne gallego; el escritor, el poeta, el médico, el orador se reunieron y juntaron para constituir algo así como una Providencia. Alfredo no se daba un momento de reposo, como si el tiempo que necesitaba para el descanso fuese un robo a la desgracia pública y a la miseria y al dolor de las víctimas. En aquellos tristes días le hemos visto lívido por el desvelo, después de largas noches de insomnio consagradas a escribir artículos en que todo el fuego de su alma había de propagarse al alma nacional, disponiéndola a realizar actos de abnegación y caridad inenarrables, recorres de puerta en puerta las calles de Madrid deteniendo al transeúnte, entrando en los establecimientos, subiendo a las boardillas, llamando a los palacios, para disputar una limosna y obtener el óbolo destinado al huérfano, a la viuda y al anciano heridos en el tremendo desastre. ¡Qué grande nos pareció entonces Alfredo! Nadie como él contribuía a mantener aquella excitación, aquel interés piadoso del pueblo de Madrid en pro de los desgraciados, porque nadie como él sabía conmover un corazón, hablándole el lenguaje del sacrificio. De su labio fluía una elocuencia insólita que persuadía a las entrañas más duras, y sus ojos lloraban verdaderas lágrimas, lágrimas de hombre que sólo cree en el dolor, y que por eso mismo hacían dos veces santas las monedas que caían en su espórtula antes de pasar a los pobres".

Cuando Castelar dio una tregua a la monarquía, Vicneti que profesaba indeclinablemente los ideales republicanos, renunció a la prestigiosa dirección del diario, no valiendo para nada las muchas razones que el grandilocuente tribuno español empleó para disuadirle de su irrevocable decisión. El insigne periodista gallego "formuló una magnífica protesta contra la defección del jefe, y recogiendo la bandera por éste abandonada, izola e nuevo a los cuatro vientos desde el campo democrático, donde permanecen tan enemigos hoy como ayer de la realeza los partidarios del republicanismo histórico".
Además de sus trabajos citados, Vicenti escribió "La provincia de Pontevedra", "Dioses menores" y "Las dos aceras del estrecho de Gibraltar".

Pasó en 1907 a dirigir el importante periódico madrileño "El Liberal", que dirigió hasta su muerte, acaecida en Madrid el 30 de septiembre de 1916. En 1911, al ser fundada la Academia de Poesía Española, sus componentes, los más ilustres poetas de entonces, eligieron a Vicenti para presidirlos.

En estos últimos años, Vicneti pasó de la posición literaria a la vida activa en lo que a Galicia se refiere. Fundó con Portela Valladares, Basilio Álvarez y otros la Liga redencionista agraria de Galicia, colaborando en su órgano "Acción Gallega" y tomando parte en diversos actos que entonces tuvieron lugar en su Tierra, combatiendo sin cesar contra el pétreo caciquismo y demás males que corroían la vida social del rus galaico. Fue elegido diputado por Órdenes en 1914 y riñó verdaderas batallas para sanear el estado político de nuestro país.

Gran amigo de Gómez Carrillo, lo trajo a Galicia para que conociese este rincón de España, fruto de cuya visita fueron las estupendas crónicas que aquél dedicó no sólo en la prensa española sino también en la americana. Entusiasta admirador de Curros Enríquez, se trasladó a La Coruña, tomando parte en todos  los actos que allí se celebraron en honor del excelso poeta gallego.

Poco es lo que se tiene hecho por este egregio hijo de Compostela. Hace ya bastantes años (creo que en 1925), el periodista Fernández Mato, que entonces dirigía "El Pueblo Gallego", lanzó la idea de que en Santiago le fuese erigido un monumento y se le dedicase un vítor en los claustros de su Universidad. Tal idea fue apoyada por periodistas y escritores del fuste de "Andrenio", Fabián Vidal, Mariano Marfil, Cristóbal de Castro, el marqués de Valdeiglesias y casi todos los escritores gallegos. A pesar de todo, la idea no plasmó en la realidad.

Con motivo del centenario de su natalicio, a excepción de algún otro artículo suelto, solamente la prestigiosa agrupación cultural orensana "Posío-Arte y Letras", le recordó en una emotiva velada en la que entusiastas y afectuosos recuerdos los profesores y escritores José Rius Zunón y Teodoro López Sanmartín y el autor de estas líneas.

Todo esto nos lleva a lo que hemos dicho más de una vez, que los gallegos no honramos debidamente a nuestros valores. Ya García Ferreiro decía que a los gallegos sobresalientes los despreciábamos en vida y los olvidábamos después de muertos.


VILANOVA, A.: Alfredo Vicenti Rey, "Galicia Emigrante", ano 3, nº 22, xullo 1956, p. 4-5, 38.

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