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 CURROS ENRÍQUEZ EL ENIGMA DE SU SUPUESTA ESTANCIA EN LONDRES (1954)

Luciano Cid Hermida, al que hemos discernido al principio como el más modesto si se quiere, pero el más probo de sus biógrafos, resuelve esta cuestión con una interrogante y una respuesta que nosotros subscribimos en su integridad. Y conste que no lo hacemos por adoptar la postura más fácil o más cómoda en este caso. No; es que creemos, y así lo trataremos de demostrar con nuestro propios recursos dialécticos basados exclusivamente en la razón y en la prueba documental, que es la parte biográfica de Curros, donde más se ha novelado, donde existen más contradicciones irreconocibles, donde abunda más la anarquía cronológica, y en donde unos conjeturan y otros a falta de elementos veraces inventan, arrastrados únicamente por su ardiente imaginación más o menos ardiente. 

Cid Hermida, refiriéndose a la huída de Curros, se pregunta: "¿Cómo pudo sobrellevar y vencer los obstáculos que necesariamente le salieron al encuentro en su camino, un joven de quince años, casi un niño, sin recursos ni amigos, sin experiencia de la vida y conocimiento de los hombres, y sin otra instrucción que la recibida de su buen maestro de escuela de Celanova, y los naturales dotes de su clara inteligencia, para arribar a Madrid y emprender ruda lucha contra el hambre, el frío y la miseria, contra todas las necesidades inherentes a la carencia de un oficio o de una profesión que le produjese lo más indispensable para vivir?". Y a esta pregunta responde el mismo biógrafo: "Constituye esto un misterio que pocos o ninguno podemos aclarar, formando una lamentable laguna muy difícil de vadear por los biógrafos de Curros Enríquez, el cual, poco expansivo por naturaleza, efecto de las amarguras que acibararon sus primeros años muy principalmente, rehuía cierta clase de confidencias aun a sus más íntimos amigos". Hasta aquí de absoluto acuerdo. Pero, ¿cuál es el origen y desarrollo de la leyenda londinense?

El primero, que nosotros sepamos, que nos habla de la estancia de Curros en Londres es Leopoldo Pedreira Taibo, que al referirse a Curros Enríquez, dice: "Prófugo de España, buscando asilo entre las eternas nieblas del frío Támesis", y más explícito después, añade: "Publicó una serie de artículos contra Montpensier, que le obligaron a salir de España, refugiándose en Londres durante ocho meses". El señor Pedreira, tan meticuloso en cuanto a la crítica literaria, era en cambio de una manifiesta ligereza en la biografía. Así, al hablar de Curros lo hace utilizando referencias que no acertamos a comprender de dónde pudo tomarlas. He aquí algunos de sus errores: dice que Curros nació en 1850; afirma taxativamente que publicó un folleto en verso sobre la Constitución de 1869, sin señalar detalles bibliográficos que abonen tan tajante afirmación; insinúa con un desparpajo único que cuando la revolución de 1868, "Curros Enríquez, confinado en la vetusta Compostela, no pudo por entonces tomar parte en las luchas de los partido, ni pudo proseguir la senda que había emprendido, a través de los vertiginosos precipicios del arte románico" (?), y como si desconfiase de los propios datos que consigna, escribe en una de las notas de su libro: "El autor que estudio en este capítulo (se refiere a Curros) se negó a darme datos biográficos, quizá porque desconfió de mi imparcialidad o de mi competencia para juzgarle".

En las notas que acompañan al tomo segundo de las Obras Completas de Curros, aparecen en este aspecto verdaderas monstruosidades, y eso querido lector, que están escritas por el propio hijo de Curros: Abelardo Curros Vázquez, literato y periodista. Pues, bien, en la página 242 leemos: "Curros Enríquez, a semejanza del llavero de los tiempos viejos, de nuestro sublime Zorrilla, viose precisado a huir de la casa paterna cuando apenas diez años contaba. Buscando otro ambiente de libertad y amor -¡estos fueron sus ideales!- dejó la tierra nativa y fuese a otras, comiendo el amargo pan de la emigración en plenas calles de Londres, cuando la cédula de su vida marcábale ese límite, en que la niñez acaba y la juventud principia. El éxodo de Curros Enríquez fue duro y amargo. Lucieron para él tristísimas auroras, y más de una vez no tuvo pan que llevarse a la boca". Y añade seguidamente este horrible disparate: "Careciendo, pues, de pan y de hogar, escribió sus primeros versos, y en aquellos luctuosos días que transcurrieron para la nación española, precursores de la revolución de septiembre de 1868, ya Curros Enríquez era considerado como una futura gloria de las letras patrias". En estos pequeños párrafos se palpan sin dificultad los crasísimos errores que contiene. En primer lugar, existe uno de carácter cronológico, pues Curros no abandonó su casa a los 10 años, sino a los 15, así lo declara él mismo, primero en una carta fechada en Madrid, el 28 de julio de 1876 y que transcribiremos más adelante, y en la que dice: "Aquella casa en que tanto lloré hasta los 15 años en que la abandoné"; en segundo lugar, en las notas que Curros pone a su Virxe d'o Cristal, contestando a una carta familiar en 1877, dice: "Respondían doce años de soledades y-extrañezas pasados lonxe d'a miña casa". O sea que desde el año 1865, próximo a cumplir los quince años, Curros había abandonado su hogar. Otro de los errores es que da la impresión de que Curros llegó a Londres, como podría llegar un vagabundo cualquiera, sin objetivo, sin plan y con una irresponsabilidad a que se resiste el buen juicio a aceptar.

Y para que se vea más la forma insolvente con que está redactada esta nota, lo vemos al examinar al enorme atrocidad que supone a Curros como una futura gloria de las letras patrias, antes del año 1868, en que nadie sabe que hubiese publicado nada absolutamente nada. Pero lo más pintoresco de estas notas, está, que en el mismo tomo y tres páginas después, comentando la Oda a al Guerra Civil, contradice la nota anterior; dice: "Curros Enríquez era entonces un joven de aun no cumplidos veinte años. Un ligerísimo bozo apuntaba en su labio superior. Recién venido de Londres, de la emigración, a la que le llevaron unos versos escritos contra O'Donnell, vio a su patria teñida en sangre y se apretó a pulsar las cuerdas de su lira. ¡Tirteo no las pulsara con mayor brío!". En términos parecidos se expresa Galo Salinas, celebrado escritor gallego y gran amigo de Curros. En un trabajo, fechado en Madrid en 1911 y escrito expresamente para el tomo quinto de las "Obras Completas", nos endilga el siguiente esperpento: "A causa de un artículo que a raíz de la revolución de septiembre de 1868 publicó atacando al general O'Donnell en El Combate, que en Madrid dirigía el agitador José Paúl y Angulo, se vio obligado a expatriarse, huyendo a Londres, donde ganó el sustento dando lecciones de lengua española a una familia inglesa que llegó a profesarle entrañable cariño". Asombra la ligeranza con que está concebida esta disparatada afirmación. No es posible en menos líneas expresar mayores y más irresponsables despropósitos. En primer lugar, el general O'Donnell había muerto ya en noviembre de 1867, en Biarritz (Francia), y, en segundo lugar, El Combate no salió hasta 1870. Y, por último, es un absurdo que pueda dar lecciones de español a unos ingleses quien, como Curros, ignoraba totalmente la lengua británica. 

Otra versión corre a cargo de Benito Fernández Alonso, en una pedestre historieta juglaresca que, a pesar de ser oída, según él, de labios del propio Curros, y estar ratificada en parte por Vicente Risco, que nos asegura habérsela oído contar al poeta, nos resistimos a tomarla en serio, por las consideraciones que hemos de exponer después. Veamos la narración que nos regala el simpático cronista orensano. Dice así: "A los15 años, puesto de acuerdo con su hermano, sin más equipaje que un flautín y unos hierros de forma triangular, saliendo a la ventura, traspusieron en breve por caminos y encrucijadas, tocando en un lado y cantando en otro, hasta perderse allá en lo lejano y desconocido de lo más agreste de la montaña... Lo que ha sucedido después a los trovadores celanovenses nadie lo sabe (?), pero en momentos confidenciales oídos de labios de nuestro biografiado, que un año después de la partida, separados los dos hermanos, Manuel, como otro judío errante, andando, andando (?) se encontró en la capital de Inglaterra, falto de recursos, ignorante de la lengua de Byron, entre el maremágnum de gentes que vienen y van, y se confunden cruzándose en larguísimas calles. En uno de aquellos días en que Curros, agotadas sus fuerzas no podía tenerse en pie, dejándose arrastrar de los grupos de aquella multitud anónima, entró en un salón espacioso, repleto de gentes que escuchaba la lectura de algunos capítulos de la Biblia. Allí, ocupando un asiento en un rincón de la sala, quedose Curros dormido hasta que, desocupada la estancia, sintió que la mano de un anciano venerable se posaba e una de las suyas, invitándole a salir. Apenas pudo el soñoliento responder ni avanzar dos pasos vacilante... Tanta era su debilidad y su aturdimiento. Aquel Pastor evangélico le ayudó a caminar, atendió sus necesidades proporcionándole comida, ropa y calzado, pues Curros iba como Cervantes cuando le llamaron el Adán de los poetas. El anciano diole abrigo y el medio de ganarse la vida. De Londres vino a París, y el tiempo de su estancia en las dos capitales lo aprovechó para instruirse en el idioma de ambas naciones y otros conocimientos en armonía con su especial manera de vivir". A poco que se examine este relato, percíbese la exuberante imaginación de su forjador. Parece una página arrancada del "David Coperfield", de Dickens. En primer lugar, al hablar de la fuga de Curros de su hogar, nos señala que ésta ha sido acompañado de un hermano, extremo que nadie se atreve a asegurar, puesto que la efectuó completamente solo. Su llegada a Londres andando, sin determinar de qué puerto fue la salida y las causas de ese viaje, su vivaqueo por las calles londinenses para terminar en una capilla evangélica, así como su retorno por París, no dejan de regocijarnos un poco, a trueque, claro está, de hacer novelería barata a costa de un episodio ficticio e incomprobable. Indudablemente, Curros no fue entonces a Londres, pues la huida de su casa paterna pasó a Madrid, pasando quizá antes por Coruña, como sospechamos y trataremos de demostrar. Que fue a Madrid y no a Londres, no necesitamos hacer ningún esfuerzo insuperable para contradecir la versión de Fernández Alonso, pues el mismo Curros nos da resuelto el problema en estas líneas dedicadas a su gran protector Modesto Fernández González: "El que estas líneas escribe faltaría a su sagrado deber si no aprovechase esta ocasión para rendir al señor Fernández y González un testimonio público de gratitud por el generoso afecto y la decidida protección que le ha venido dispensando desde que en edad muy temprana, niño aún, llegó a Madrid, prófugo de la casa paterna, indigente y desolado, hallando en él desde entonces el amor de un hermano, el consejo de un padre y la tolerancia sin límites de un maestro".

También el dramaturgo gallego Manuel Linares Rivas tiene su versioncita, en la cual nos afirma que "El año 72, a consecuencia de un artículo publicado en El Combate, se vio obligado a huir. Se fue de Madrid a Cartagena, de allí, en la bodega de un barco mercante, pasó a Londres, y en Londres, después de vagar como un perro sin amo y famélico, fuese a quedar dormido en los bancos de una capilla protestante. El Pastor se compadeció de él, dándole albergue y proporcionándole unas lecciones de castellano para que viviera... No era mucho lo que pedía: vivir". Como se ve, esta referencia se limita a repetir la noticilla más común, con la única particularidad de señalar el año 1872 y el puerto de Cartagena como lugar de embarque.

VILANOVA, A.: Curros Enríquez. El enigma de su supuesta estancia en Londres. Fragmento de un capítulo del libro Vida y Obra de Manuel Curros Enríquez, en Galicia. Revista del Centro Gallego, año XXXVII, nº480, Bos Aires, novembro e decembro de 1954.

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