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 JAIME VERA Y LÓPEZ (1968)

En 1918, con diferencia de cuatro meses, perdía España dos grandes figuras de la Medicina: Nicolás Achúcarro (23 de abril) y Jaime Vera (7 de agosto). Muerto prematuramente el primero, su vida mantenida estrictamente en el campo científico, no irradió como el segundo en la actividad política y social. "La ciencia no tiene patria, pero el científico sí la tiene", sentenció Pasteur. El científico Vera aplicó parte de su ciencia a la edificación  de una Patria más justa y más humana. Por eso nos sentimos obligados hoy a recordarle en el cincuentenario de su muerte.

Nació Jaime Vera en Salamanca el 20 de mayo de 1858. Hijo del escritor y periodista Rafael Vera y López, acendrado demócrata


que participó activamente en la revolución del 68 y dirigió periódicos republicanos, acérrimo federal y como tal partidario de Pi y Margall  (el repúblico del 73 de más contenido social, que llegó a defender en el Congreso, secundado por Salmerón, la Internacional), inculcó en su hijo desde la niñez las ideas de redención y justicia social, que serían después y siempre el norte de su labor cívica. Estudió Jaime Vera el bachillerato en el Instituto madrileño de San Isidro y en la Universidad  Central la carrera de medicina, licenciándose con el Premio extraordinario y doctorándose en 1879. Fue médico por oposición del Hospital General de Madrid y encargado del departamento de enfermedades nerviosas y mentales, en que se había especializado al lado del también republicano y eminente psiquiatra Dr. José María Esquerdo, alcanzando muy pronto  altísimo prestigio. En el mismo hospital creó el gabinete electroterápico, acompañado de su padre realizó un viaje al Extremo Oriente y visitó las principales capitales europeas, cargándose de conocimientos y experiencias que perfeccionaron notablemente su formación. Dotado de amplia cultura y vigoroso talento y de gran amor a la ciencia, en la que veía más que el medro personal, un medio de aliviar el dolor de sus semejantes, no quiso ostentar más dignidades que las que venían directamente del pueblo, e hizo llegar al enfermo pobre el cariño y la caridad. Se preocupó también del loco, pidiendo a la sociedad que fuera más humana para prevenir muchas locuras evitables y para prevenir otras transmitidas a seres indefensos por sus progenitores.

Escritor y orador notabilísimo, alcanzaron gran resonancia sus informes orales de medicina legal ante los tribunales forenses. Merced a estos informes arrancó del patíbulo al cura Galeote, matador del obispo de Madrid-Alcalá, Sancho Alegre y don Nilo. Sus discursos en el Ateneo matritense, en la Academia de Jurisprudencia y en otros muchos centros, así como sus lecciones en el curso libre de su especialidad en la Facultad de Medicina, acabaron de consagrar su fama. Autor de los artículos de la sección médica en el Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano y de preciosos trabajos sobre problemas candentes de medicina, política y cultura general, diseminados en los diarios más populares de Madrid, y de sus dos obras tituladas "La función de los conductos semicirculares", interesante trabajo de investigación experimental, y "La parálisis general progresiva de los enajenados", de muy notable valor clínico, prestigiaron su labor de sabio publicista.


EL SOCIALISTA

Predispuesto a toda obra generosa en bien de la humanidad, abrazó el socialismo, cuando era todavía estudiante. He aquí como se produjo esa evolución, consignada por él en uno de sus escritos: "En 1875, y sobre la misma mesa de disección en que estudiaba Anatomía, leía yo el "Manifiesto comunista" en que también se hace la disección de la sociedad. Diómelo, así como "El Capital", Alejandro Oscina, condiscípulo mío y socialista de grandes facultades reflexivas, muerto prematuramente. Él me puso en relaciones con el grupo, con el microscópico grupo de los Iglesias, Quejido, Matías Gómez Latorre, Calleja, Mora y otros pocos, muy pocos, germen del Partido. No di desde luego mi adhesión; estudié las nuevas; estudié también los programas y las doctrinas de los partidos en efervescencia entonces, convertida España en aquella época en laboratorio de política experimental, medité, observé, y cuatro años más tarde, después de un largo viaje en que toqué cuatro de las cinco partes del mundo, más maduro mi juicio, ingresé en el grupo, insignificante en la apariencia. Juzgose por mis amigos de la otra banda que mi afiliación socialista era un suicidio político, que era consagrar la labor de mi inteligencia a obra infecunda y oscura. Más fue suyo el error".

Jaime Vera fue pues uno de los 25 camaradas que el 2 de mayo de 1879 se reunieron en una fonda de la calle Tetuán de Madrid para celebrar clandestinamente una comida de "fraternidad universal" y constituir la primera Agrupación Socialista de España. Es por tanto, uno de los fundadores del Partido Socialista Obrero Español. En el acta levantada por él y por Pablo Iglesias como secretarios, se establece que el grupo lo forman 25 compañeros, de ellos 16 tipógrafos, 4 médicos, 2 plateros, un doctor en ciencias, un marmolista y un zapatero, y que se designa una comisión integrada por Iglesias y Calderón, tipógrafos y colegas en la Internacional desde 1870 y Ocina Zubiaurre y Jaime Vera, médicos. En esa comisión –consigna Mora- hubo una discusión respecto al nombre, pues mientras Vera estimada que si "Partido Socialista" estaba bien y el añadido de "Obrero" lo restringía, Iglesias opinaba lo contrario, aceptándose este criterio. La comisión actuó sin la intervención de Vera, en viaje de estudio, siendo Iglesias quien leyó y razonó en la Asamblea el programa y la organización que fueron aprobados. Además el primer reglamento de la Agrupación Socialista Madrileña excluía a los obreros intelectuales de todo cargo, dignidad o representación. "Vera aceptó esa imposición que era hija de las circunstancias". No obstante cuando hubo que presentar el informe del partido ante la Comisión de Reformas Sociales, la agrupación encargó a Vera de su redacción, que lleva fecha de 1º de diciembre de 1884, trabajo de más de un centenar de páginas de sustancioso contenido y en cuya redacción invirtió cuatro meses. Cuando en enero de 1886 se trató de fundar el periódico órgano del partido, acentuaron las discrepancias. Triunfaron todas las propuestas de Iglesias acerca de la orientación que debería imprimirse al periódico y en cuanto a las relaciones con los partidos afines. Contrariado Vera por estas decisiones se retrajo, pero sin separarse del partido. Cuando en febrero de 1890 obtuvo el partido Social Demócrata alemán un ruidoso éxito en las elecciones, Vera visitó a Iglesias y se reincorporó a la vida activa partidista y en el que continuó hasta su muerte. Tomó parte en varios actos del 1º de mayo, redactando en varias oportunidades el manifiesto del partido en dicha fecha.

Gran corazón e incapaz del más insignificante resentimiento, jamás se entibió en él su profundo afecto a Pablo Iglesias, al que admiraba profundamente. Cuando el ilustre gallego Pablo Iglesias fue calumniosamente inculpado del asesinato de su paisano Canalejas (noviembre de 1912), las masas populares como protesta a tan vil infundio saludaban a Iglesias con las más entusiastas aclamaciones... Por iniciativa de Jaime Vera se celebró un mitin  de solidaridad con Pablo Iglesias en Madrid. Ocuparon la tribuna entre otros, Largo Caballero, G. Latorre, Besteiro, Mora y Vicente Barrio. Se leyeron entonces unas cuartillas de Vera, que decían en su párrafo final: "No extrañe a nadie nuestro cariño y nuestros sentimientos de admiración para mi viejo camarada Iglesias el infatigable; Iglesias nuestro órgano; Iglesias es nuestra lengua; Iglesias es parte de nuestra carne, de nuestra sangre; Iglesias es un pedazo del inmenso corazón que hemos formado fundiendo en uno los corazones todos". Era tal la confianza que Vera tenía en Iglesias, que cuando aquel fue desafiado a un duelo por haber salido en defensa de su hermano ausente, con motivo de una amputación periodística, Vera eligió como uno de sus dos padrinos  a su correligionario. La grave enfermedad que Vera padecía le impidió batirse.

Al inaugurarse el curso que organizó la "Escuela Nueva" en la Casa del Pueblo de Madrid, Vera dio una magistral conferencia sobre "La verdad social y la acción" y que es una auténtica introducción al estudio de Carlos Marx, a la vez que un acabado autorretrato intelectual y político. "Yo he obedecido. Y he obedecido –comienza diciendo- porque en el pensar nunca he admitido más férula que el método científico. Esta libertad es condición indispensable para que la inteligencia dé sus frutos. Y así, ser socialista no me obliga intelectualmente más que a pensar  bien (aunque sea inmodestia), soy socialista y buen socialista". Después de interesantes glosas a la filiación histórica y científica de Marx, habla de los primeros doctrinarios de las teorías sociales: "Los primeros, cuyas excelencias personales quedan a salvo por el sentido práctico de sus esfuerzos, por el fin utilitario –aunque altamente humano- perseguido, descuella como celebridades entre aquellos hombres que buscaron y buscarán crear una sociedad nueva, asegurada contra el mal social, mediante un artificio accesible a la voluntad humana. Todos clamaron con elocuencia generosa por la fraternidad humana y la armonía social, o cerraron incisivos o airados contra los egoísmos humanos. Algunos de ellos son los héroes típicos del Socialismo utópico...". "Son cuantos ocasionalmente o de continuo, con más o menos fortuna, se consagraron a la observación, al análisis, al conocimiento de la realidad social, prolongación del mundo físico o mundo natural. Los hombres se cobijaron, antes de tener arquitectos; hablaron con elocuencia antes de enseñarles la Retórica. Y así como dirigieron perfectamente sin conocer la fisiología de la digestión (esta frase fue recogida por Unamuno en una conferencia en el Ateneo de Madrid), asimismo pensaron y pensaron bien, sin saber lo que era la Lógica. Del mismo modo, se gobernaron y se administraron e hicieron imperios y civilizaciones antes de que existiesen la economía política y la sociología".


El pensador de Tréveris arranca al Dr. Vera estos conceptos: "En la historia del pensamiento humano, Marx es el continuador de la ciencia económica desinteresada de otro fin que no sea la verdad por la verdad. La ciencia no es proletaria ni burguesa. Es profundamente revolucionaria porque es creadora. Trasforma, revoluciona la realidad social, cualquiera que sea, porque crea nuevas condiciones de existencia que la sociedad con la libertad de movimientos de que disponga, se esfuerza por aprovechar... la inteligencia humana, en su labor científica, es crítica y constructora. Así, Marx empezó por la revisión de la economía clásica, analizando de nuevo las categorías económicas fundamentales, primarias, sin cuyo conocimiento sólo es perceptible la realidad económica en sus gruesas manifestaciones, sin descifrarlas jamás. El poder de abstracción de Marx trabajando en el análisis del valor sobre la obra de sus predecesores, diole el triunfo, porque lo interno, lo invisible en las relaciones económicas, es relación de valor. Bien definido lo que hay dentro del concepto de valor, se tiene la clave de los fenómenos económicos..."
Hermosa es su "Carta a los jóvenes socialistas", escrita ya cuando la cruel enfermedad que había de llevarlo al sepulcro empezada a manifestarse, y en la cual Vera, todo lo contrario de otros socialistas que consideran a la Patria como un concepto trasnochado o como un prejuicio burgués, se dirige a los jóvenes lleno de consciente y sano patriotismo. Permítasenos transcribir estos dos párrafos de la Carta, ya que pueden ser dirigidos a los jóvenes de todos los tiempos y de todos los pueblos: "De jóvenes almas está necesitada España y la carrera de vuestra vida será gloriosa si sois y sabéis ser jóvenes, si os resistís a haceros para siempre desgraciados vendiéndonos al diablo, abdicando por la satisfacción de los bajos egoísmos y de las pueriles vanidades los altos timbres de la personalidad: la racional libertad de espíritu y la independencia de carácter; el poder de profesar la verdad liberadora frente a los errores consagrados encubridores del sórdido interés, cimiento de dominaciones seculares; el derecho a salir a la defensa del humilde, abatido contra la opresión del poderío".
 
"La segunda cosa que habéis de demostrar jóvenes socialistas, es que sabéis mejor que nadie ser patriotas. Porque trabajando en España, laborando vida española y concepciones españolas, y en beneficio próximo de la porción humanidad que es España, vais a consagrar lo más puro de vuestros impulsos a resolver problemas humanos, universales, con localización nacional, pero con solución profundamente idéntica en toda la humanidad civilizada... De esta manera, trabajando en la patria y para la porción de la Humanidad que es la patria, se vive en la Humanidad y se sirve a la civilización. Y vuestro será el homenaje de España y de la Humanidad civilizada si vuestra potencia creadora hace presión más allá de las fronteras sobre las resistencias al progreso y añadía vuestra parte al perfeccionamiento de la vida universal".
 
Indudablemente la obra científica y literaria de Jaime Vera es portentosa, pero lo es más la conducta rectilínea de su vida. Profesar sin desmayos, sin concesiones y sin disimulos un ideal y sostenerlo durante nuestra existencia, es la única manera de llegar al sepulcro sin envilecerse. Porque es hora de decirlo y decirlo hasta enronquecer. Hay escritores y poetas que vierten  en su producción sentimientos y principios, alharacas y protestas, que son incompatibles con su conducta, pero que aprovechan un momento de sensiblería o de mentecatez en las gentes poco escrupulosas para crearse un pedestal de hombres integérrimos, cuando en el fondo son unos vulgares histriones, propicios siempre a desmelenarse en el escenario de la farándula gregaria.

Por eso nos rendimos devotamente, aun no militando en ningún partido marxista, ante esa figura insobornable, enteriza y limpia que fue Jaime Vera. Todo el intelectualismo, por excelso que sea, de un hombre, sino va acompañado de la integridad ética, es uno de los fraudes más desventurados que puede sufrir la humanidad.


"Un carácter moral es lo más esencial de un hombre; hay, por lo tanto, que aprender no sólo conocimientos, sino virtudes", sentenció aquel hombre que podía hacerlo porque su conducta brillará eternamente en la historia: George Washington.


VILANOVA, ALBERTO: "España Republicana", Buenos Aires, septiembre-octubre de 1968.

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