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GALLEGOS OLVIDADOS VIDA Y OBRA DE SACO Y ARCE (1936-38)
Pasó el 8 de marzo de 1935, y con él, el primer centenario del nacimiento de Juan Antonio Saco y Arce, sin ruido, sin solemnidad, sin el más leve recuerdo; para Galicia pasó como si no pasara nada; no hubo ni un solo acto conmemorativo, ni una conferencia, ni una velada, ni una nota breve en el periódico, siquiera. Este silencio indecoroso no sabemos a que atribuírselo ¿es que ya no importan nada los hombres insignes que fueron? ¿es que la recordación emotiva es estéril e infecunda?, ¿es que ya no mueve al estímulo la vida ejemplar de nuestros valores representativos?, ¿es que nos hemos vuelto iconoclastas de nuestros precursores, por incontenible endiosamiento de nuestra vanidad?, ¿o, es que esta es una hora en que una oleada de materialismo soez lo ha invadido todo, para no dejarle nada a los campos de la espiritualidad y a las zonas de la creación histórica?, ¿o es también que al contrastar nuestros primeros valores intelectuales, advertimos
Sea pues este modesto trabajo, un intento de desagravio, un homenaje tardío, una admiración exteriorizada, que si viene a reparar en pequeña parte tan gravísima falta, ya nos consideramos satisfechos.
Sus primeros pasos
Este sacerdote, catedrático, filólogo, poeta y folclorista, ilustre en todas estas disciplinas, nación en Santa María de Alongos, Ayuntamiento de Toén, provincia de Orense, pueblecito asentado en las orillas del Miño, de ese río tan nuestro, tan patriarcal e inspirador, tan dulcemente recordado por nuestros poetas, y de cuyo cariño participa orgulloso Saco y Arce cuando decía:
Orillas del Miño,
Solícita madre
La cuna de un niño
Tiempo ha que mereció
Raudal de embeleso,
¡Oh Miño! A esa madre
¡Ay! Llévale un beso,
Que el niño era yo.
Sus padres eran de distinguida progenie: su padre D. José María Saco, era descendiente de la noble casa y solar de Bendoiro (Lugo), y su madre doña Justa Arce, hija de uno de los cortesanos áulicos de Fernando VII. A su hijo Juan Antonio prodigáronle además de una exquisita educación un profundo cariño, buena prueba de ello dejó en sus dos poesías "El cariño paterno" y "A una violeta", dos bellas composiciones en que rebosa su saudosa ternura filial. Juan Antonio cursó las primeras letras y latinidad en un pueblo cercano al suyo, antes de la reforma general de estudios, y después obteniendo siempre las mejores calificaciones, ingresó en el Instituto de Orense, donde recibió del grado de bachiller en artes. En 1851, decidido ya por la carrera sacerdotal, figuró entre los alumnos de Teología en el Seminario Conciliar de San Fernando de Orense, con tanto provecho y brillantez, que el por entonces prelado Ilmo. Sr. D. Luis Lastra, que más tarde fue Arzobispo de Sevilla, le apremiaba y distinguía con verdadero fervor. Trasladose luego a la ciudad de Compostela "ciudad augusta, la de ínclitas historias, espléndida en recuerdos, fecunda en devoción", y de 1854 al 1858, cursó Teología en la Universidad, obteniendo varios premios ordinarios y uno extraordinario. Con estos estudios alternaba los de Filosofía y Letras, dedicándole preferente cariño a las lenguas sabias, como el griego y el hebreo, que más adelante habían de ser base y objeto de sus investigaciones científicas en sus trabajos filológicos.
El Catedrático
El 9 de diciembre de 1858, fue nombrado interinamente catedrático de griego en Pontevedra, siendo éste su primer servicio en la vida docente. En diciembre de 1861, se ordenó de presbítero, para lo cual le había preparado una verdadera vocación, a prueba con toda clase de renunciamientos, rechazando más cómodos y pingües ofrecimientos. En 1862, siguió los estudios del doctorado en Sagrada Teología en la Universidad Central, dedicándose al mismo tiempo por propio interés y sin maestro al cultivo del francés, alemán e italiano; convocadas las oposiciones a cátedras de latín y griego en diferentes Institutos, Saco actúo en ellas con tal brillantez que obtuvo el número uno entre más de veinte opositores, y teniendo derecho a elegir Instituto, escogió el de Orense, para donde recibió su nombramiento. En 1866, recibió en la Universidad de Santiago el grado de bachiller en la Facultad de Filosofía y Letras. Estalló la revolución de 1868 y habiéndosele exigido a los profesores el juramento de la Constitución, Saco creyó igual que otros, que no podía hacerlo con plena seguridad de conciencia y renunció su cátedra. En otro período de la revolución volvieron a sus cátedras, encargándose Saco el 11 de marzo de 1873 de la cátedra de Retórica y Poética hasta su fallecimiento ocurrido el 14 de septiembre de 1881. Sus servicios en la enseñanza pública fueron de 13 años, 4 meses y 26 días. Además de las cátedras que desempeñó en propiedad por nombramiento de sus directores sustituyó a otros profesores del mismo Instituto de Orense, en el que figuró algún tiempo como secretario habilitado. A pesar de ser tan poca su antigüedad en la enseñanza, teniendo en consideración sus méritos, obtuvo en 1878 un premio en el profesorado y el aumento de 250 pesetas en el sueldo que anualmente percibía. En el ejercicio de su profesión era tan bondadoso como sabio; el ha poco fallecido D. Salvador Padilla, también gramático y catedrático del mismo Instituto, al recordar sus conversaciones con otro orensano ilustre Arturo Vázquez Núñez, que le refería anécdotas de cuando cursaba griego con Saco, escribía que por su sabiduría era "digno de figurar en la Asamblea del Banquete de Platón con su bagaje clásico que le daba cierta superioridad entre sus contemporáneos". En el Instituto de Orense se halla un retrato al óleo de Saco, en el que aparece vestido con toga y medalla de catedrático, teniendo en sus manos un volumen de su Gramática Gallega.
El Filólogo
La casi totalidad de los poetas gallegos han dedicado un Canto a Galicia; una excepción fue Saco, quizá por darse cuenta de que a Galicia le hacían falta más que himnos, vindicaciones, y comprendiendo lo que en sesión solemne y memorable dijo Murguía en Barcelona: "La lengua de un país es su propia bandera", y la "lengua gallega, la más dulce y meliflua de cuantas han aparecido en Europa sobre las ruinas del antiguo idioma de Lacio", venía "sufriendo una lenta pero incesante destrucción, merced al continuo roce con la lengua oficial y clásica de los españoles", dio a la estampa su famosa Gramática Gallega (editada en Lugo por el impresor Soto Freire el año 1868), que después de la Gramática Gallego-Castellana (Santiago 1864) por Francisco Mirás, fue el primer intento serio de dotar al idioma gallego de fundamento y reglas para su perfecto estudio. Según opinión de algún escritor, nuestro Saco pudo ser el unificador del gallego, igual que Pompeyo Fabra lo fue del catalán, de haber escrito sus obras más tarde, cuando los estudios filológicos tenían una trabazón más científica y de haber hallado en nuestro país aquella aceptación de interés y entusiasmo que tanto alientan para el trabajo y la producción. A pesar de ello, dicha Gramática aún hoy en día se considera como libro indispensable de consulta para todos los que profundizan en el alma de nuestra vernácula lengua. En su prólogo empieza deplorando el innoble desdén que los hijos de Galicia tienen por su idioma, condenando a los renegados y espurios que se avergüenzan cuando de expresarse en el lenguaje nativo se trata, con "el imbécil rubor, del miserable que se avergüenza de su patria"; invita a los poetas a escribir en él sus composiciones literarias; promueve en él los estudios filológicos y desea facilitar la lectura, inteligencia y expresión del gallego en los antiguos modernos tiempos; rechaza con "enxebrísmia" entereza toda ingerencia de voces exóticas o inventadas con petulancia académica, que no hayan sido escuchadas por él de labios de lugareños en todo su casticismo y rusticidad. De su Gramática el mejor elogio que de ella puede hacerse, es que todos cuantos han hecho trabajos lingüísticos sobre el gallego en tal obra han recogido materiales abundantes para ellos, todos ellos desde Cuveiro Piñol hasta Couceiro Freijomil, pasando por el no gallego Vicente García de Diego, la elogian y consultan con fervorosa admiración. El ya citado Sr. Padilla, buen gramático, como lo demuestra en su Gramática histórica Castellana, habla de ella con entusiasmo y admira como Saco había adivinado las leyes fonéticas a que están sujetas las lenguas románicas, cuando en aquel tiempo no se pasaba de la teoría gramatical, expuestas con vigorosa soltura y erudición, así como su teoría de la Composición y derivación cuyas treinta páginas son de una precisión admirable y para que nada falte, esparce acá y allá observaciones muy atinadas que pertenecen a la vida histórica del idioma como giros comparativos en relación con el griego, el latín, el castellano, el francés y el italiano. En esta obra puso Saco su vehementísimo amor a Galicia, dedicándole con amorosa paciencia sus vigilias y labores a la lengua matria, convencido como en la confesión de Juan de Valdés en su Diálogo de las lenguas: que "todos los hombres somos obligados más a ilustrar y enriquecer la lengua que nos es natural y que mamamos en las tetas de nuestras madres, que la que nos es pegadiza, y que aprendemos en los libros", cumplía decorosamente con su deber de gallego. Su sola tentativa generosa de abrir camino a otros y completos estudios es más que suficiente para hacerse perdurable su memoria en la posteridad. Sus méritos debían ser bastante destacados, cuando eminencias literarias de la talla de Valera, Cánovas del Castillo y Hartzenbusch le propusieron para miembro correspondiente de la Academia Española, sin él haberlo solicitado, siéndole otorgado tal nombramiento el 23 de marzo de 1872. Él se había dedicado con celosa perseverancia al estudio de su idioma, en la misma época en que el diligente profesor de Gijón Sr. Junquera, estudiaba el hable esturiano, el Sr. Borao, insigne catedrático de Literatura en la Universidad de Zaragoza, publicaba su Diccionario de las voces aragonesas y el Sr. Astarloa disertaba sobre el vascuence. Todos parecen olvidados en esta feria de mercachifles literarios y falso oropel de valores improvisados. Saco y Arce dejó varios trabajos inéditos como testimonio de su ardor infatigable, figurando entre ellos un extenso tratado acerca de la sintaxis castellana, sobre cuya búsqueda debían hacerse las gestiones oportunas cerca de sus amigos o familiares.
El Poeta
Un solo libro de versos nos ha dejado Saco, con el título de Poesías (Orense 1878) en la imprenta de J. Rionegro, libro de 419 páginas, coleccionando hermosas y perfectas composiciones, fechadas en Madrid, Santiago, Pontevedra, Orense, Alongos etc., desde los años 1855 al 1857, muchas de ellas dedicadas a amigos y familiares y en las cuales pueden verse a su través todos los sentimientos y devociones de su autor. Destacan entre sus poesías La guerra, de gran sonoridad, de fuerte poder descriptivo, en que resalta los horrores de estas hecatombes, invocando siempre principios de piedad; hermoso soneto A Jesucristo en la Cruz, exhalación arrepentida de alma pecadora lo mismo que la que compuso en gallego A Xesús; en El Campo Santo, desbórdase su filosofía sobre el destino de la vida y del alma; Saco y Arce llevó a la poesía gallega los temas místicos, con las traducciones de O sol salutis intimis, Miserere mei Deus y Stabat Mater Dolorosa, esta última, prodigio de habilidad técnica, por lo fielmente que interpreta el dolor que en sus litúrgicas estrofas supo derramar el Santo Pontífice Inocencio III. Mucho se ha discutido sobre las aptitudes de la poesía gallega para tratar asuntos bíblicos, debido quizá más que a falta de condiciones, a la poca propensión de nuestros vates para arrobarse en éxtasis y contriciones, que no sabemos si por un fenómeno psicológico les va mejor con la musa retozona y bullanguera de la sátira socarrona. De la descripción bucólica o con el frenético estallido de la lírica viril. La Pardo Bazán así parece reconocerlo, pues al comentar estas traducciones dice: "No ocultaré tampoco cuan infructuosas, aunque loables, me parecen las tentativas de desarrollar temas abstractos y de las gigantescas proporciones del salmo Miserere en el dialecto gallego, más a propósito para la nota concreta, viva, pintoresca, sentida a veces, ingenua y natural siempre y popular en suma". Sin embargo esta eximia escritora con conceptuación más amplia, se expresa de esta otra manera: "Son, sin duda, las poesías del Sr. Saco, gallarda rama del árbol colosal de la religiosidad poesía, cuyo eterno tronco, siempre joven, siempre florido, son los Evangelios y demás libros sagrados. Muchas condiciones avaloran el nuevo retoño: corrección de lenguaje, extremada pulcritud y esmero en el vaciado de la idea, buen sentido en la elección de las imágenes, alma y calor en la expresión de las creencias. Armonioso, fluido y fácil cuando describe El arroyo, vehemente y trascendental en Ansiedad, alentado y vigoroso al dirigirse A una montaña, verdaderamente sublime al cantar A Dios, el numen del Sr. Saco es siempre fértil y galano, siempre ajustado a las mejores tradiciones de la métrica castellana. Con delicada sobriedad huye de los efectos de rebuscamiento, de las aparatosas galas de relumbrón que con tanta frecuencia ornan –mejor dijéramos, afean- la lírica de hoy. Nada teatral o hinchada se encuentra en estas inspiraciones, en que impera la armonía y hierven los rasgos felices..."
Milá y Fontanals, ilustrísimo esteta y juicioso apreciador de la historia literaria, refiriéndose a la edad de Saco, dice: "Esto, sin embargo no me ha impedido que reconozca las bellezas de sus composiciones, su buen lenguaje, su buen gusto, su sabor clásico, el amor a la naturaleza, los delicados y vivos sentimientos de amistad y de familia, la elevación religiosa que tanto precio de no solo a las místicas, sino también a muchas de las anteriores". Por ser los versos de nuestro biografiado, impecables en cuanto a la rima y a las combinaciones métricas, por no permitirse, ni ripios ni licencias disonantes, pudo nuestro buen amigo y notable poeta Augusto María Casas, (que posee geniales disposiciones para la crítica), decir de Poesías "que era un magisterio de Poética". Son algunos escritores los que han llegado a notar en ellos falta de numen de fuego, el estro, el quid divinum de los amados de las musas, sucediéndole así lo que acontece en los de Menéndez y Pelayo, Balmes y Valera, como si la mucha sabiduría de estos hombres cumbres perjudicase el manantial de sus claras inspiraciones poéticas.
El Folclorista
El otro aspecto de la vida galleguista e intelectual de Saco, es la de bucear en la reciedumbre popular de Galicia en busca del auténtico folclore. En paciente recolección, logró coleccionar una rica serie de coplas, villancicos, diálogos, romances, cuentos y refranes gallegos, de que con el título Literatura Popular de Galicia, empezó a publicar los primeros pliegos en Orense, 1881, (en la imprenta de Gregorio R. Lozano), y que hubo de interrumpirse por la muerte de Saco. Todos o buena parte de los pliegos fueron a parar a manos extrañas, hasta que una feliz casualidad los dio a conocer al entusiasta miembro de la Comisión de Monumentos Sr. Marquina, quien los recogió e hizo otras gestiones con los familiares de Saco, los cuales generosamente pusieron a disposición las numerosas cuartillas originales que conservaban en su poder, siendo insertadas en este BOLETÍN (1910-24), donde se recogieron unos 1000 cantares precedidos de una larga y erudita introducción, pudiéndose apreciar el extravío o pérdida de muchas de sus cuartillas. Fue el iniciador de esta clase de trabajos en Galicia. Antes que Marcial Valladares, Pérez Ballesteros, Leiras Pulpeiro, Salvador Golpe, aquella desaparecida sociedad del Folclore Gallego presidida por doña Emilia Pardo Bazán y otros más contemporáneos, ya Saco extraía del caudal popular estas joyas de inestimable valor racial, pues el Folclore tiene tal importancia, que es el único que nos deja intacta la fisonomía espiritual, la idiosincrasia, el carácter, el tipo propio de nuestro país, en fin todo aquello que la mano niveladora de la civilización va borrando en su afán antitradicional. También ha facilitado muchas veces en la investigación histórica, el esclarecimiento de un punto obscuro o el hallazgo de contactos originales entre unos pueblos y otros.
Saco era crítico, también, como lo demostró en el enjundioso ensayo que con título de Poesía gallega contemporánea: sus defectos más comunes, publicó en la revista orensana "Heraldo Gallego" (1876) que fundara y dirigía el llorado Valentín Lamas Carvajal.
Su Carácter
Fernández Alonso lo retrató de esta manera: "Ejemplar sacerdote y distinguido filósofo, no dejó de ser inspirado poeta y escritor correctísimo, apasionado de las glorias y tradiciones del país. Su modestia y humildad, la bondad de su corazón, su caridad y sentimientos de ternura, dejaron indeleble recuerdo en cuantos hemos tenido la fortuna de honrarnos con su delicioso trato".
La muerte vino a llevárselo, después de una enfermedad de tres largos años, que sobrellevó con ejemplar y santa resignación, sin abandonar el trabajo un solo día; perfeccionar sus obras y preparar otras nuevas, eran sus febriles preocupaciones en las treguas del dolor y bajo un aplastante decaimiento de sus fuerzas físicas. Habiéndosele aconsejado por los médicos un viaje por mar, lo emprendió en el último año de su vida, visitó a sus familiares repartidos por España, visitando varios puertos y deteniéndose con ascético recogimiento en el Santuario de la Virgen de Lourdes. Permitiole Dios volver a su amada tierra, para expirar en ella a los cuatro días de su arribo, con la conciencia tranquila de haber conservado su alma impoluta y su cerebro jugoso y fecundo en honras para su patria.
Colofón
Pocos homenajes a su memoria se han tributado; además del cordial que la Comisión de Monumentos le ofrendó publicando sus trabajos inéditos, el Ayuntamiento de Orense, por iniciativa de su diligente Alcalde Sr. Pereiro Rey, queriendo perpetuar su recuerdo, hizo fijar en la casa paterna de Saco, una lápida con la siguiente inscripción:
AQUÍ VIVIÓ Y MURIÓ
EL POETA INSIGNE
D. JUAN ANTONIO SACO Y ARCE
AUTOR DE LA GRAMÁTICA GALLEGA
teniendo lugar su descubrimiento el 12 de septiembre de 1887, dedicándole su nombre a una calle de la ciudad. Por iniciativa del Sr. Couceiro Freijomil, admirador entusiasta de la figura intelectual de Saco, dedicó un extraordinario en el diario orensano "La Zarpa" conmemorando el 93 aniversario del nacimiento de nuestro ínclito filólogo.
Tengamos fe en que otro aniversario no pase como pasó este centenario en las espesuras del olvido, haciendo votos para que cundan los actos de homenaje a nuestros valores simbólicos, mientras tanto digamos con Saco:
Ornad de siemprevivas la muda sepultura
Del vate que a su patria de lauro ornó la sien.
VILANOVA Alberto: Gallegos Olvidados: Vida y Obra de Saco y Arce, Boletín de la Comisión de Monumentos de Orense, tomo XI, (1936-1938)
