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 JULIÁN PELLÓN RODRÍGUEZ, ENTRE EL RECUERDO Y LA NOTICIA (1966)

En estos días en que se conmemora el sesquicentenario de la muerte de Pedro Antonio Cerviño Núñez, bien merece ser recordado este otro ilustre ingeniero gallego, cuyo sesquicentenario de su nacimiento tuvo lugar el 17 de febrero de 1816 y no 1817, como consignan sus biógrafos, según partida de su nacimiento, que a instancias nuestras nos ha facilitado otro también distinguido laroucano el profesor Augusto Álvarez.

En Larouco  vino a este mundo Julián Pellón Rodríguez, en ese pintoresco rincón del partido judicial de Puebla de Trives (Orense), en donde supone Eloy Luis André que nació el eminente filósofo de sangre hebraica Benito Espinosa y al que dedicó un meditado estudio a

 su “Ideario Político”. En su pueblo natal hizo sus estudios primarios, mostrando una especial predisposición para las ciencias exactas, por lo que sus padres, modestos labradores, con enormes sacrificios consiguieron enviarlo a Compostela en donde hizo el bachillerato y una vez terminado se trasladó a Madrid a cursar la carrera de ingeniero, cuyo título obtuvo en 1842 con nota de sobresaliente.

En 1844 volvió a Compostela con el destino de ayudante de ingenieros y en 1848 ascendió a Ingeniero Jefe, “en cuyo cargo dirigió trabajos de importancia, que le merecieron los mayores elogios de parte del gobierno”. Sus trabajos científicos no le impidieron actuar en política, significándose por sus ideas liberales y democráticas, tomando activa intervención en los movimientos progresistas de 1848 y 1854, siendo miembro y presidente de aquellas Juntas revolucionarias. En 1858 la Unión Liberal le nombró Comisario de Fomento de la isla de Fernando Póo, en la que realizó exploraciones geográficas y geológicas de extraordinaria importancia.

“Ningún francés e inglés –escribe una crónica de su tiempo-, ningún explorador extranjero ha descrito mejor aquella isla que el señor Pellón. Díganlo si no sus planos, sus informes, y sobre todo el mapa que ha hecho de Fernando Póo, que es el más acabado, el más exacto, o mejor dicho, el único que existe hoy en Europa. Su afán de investigación, su espíritu observador como filósofo, le ha hecho explorar la isla como nadie lo ha hecho. Y tanto es así, que aquella isla, tenida hoy por poco idónea para la vida del europeo, tiene puntos descubiertos por el señor Pellón que no se diferencian en nada de nuestro clima. Este punto de la isla está en el centro, y es una montaña altísima que ha tomado el nombre de su descubridor. Puede asegurarse que Pellón, dotado de una organización especialísima para la aclimatación de aquella isla tan funesta e insana para los europeos, ha resistido por muchos años su perjudicial influencia, y sólo por esta cualidad rarísima y notable ha podido hacer tantos descubrimientos en bien de las ciencias”.

Fruto de estas intervenciones fue su obra “Memoria descriptiva de la colonia española de Fernando Póo y sus dependencias” (Madrid, 1858). Es autor de otros interesantes y notables trabajos como “Proyecto de ley de minería” (Madrid, 1855); “Proposición para ejecutar las obras de la Puerta del Sol y otras que se indican, publicando además un gran diccionario tecnológico de la industria española, agrícola y manufacturera” (Madrid, 1856); “Instrucción sobre el cultivo y aprovechamiento de las plantas azucaradas tituladas Imphi de Cafrería y Sorgo de China” (Madrid, 1857 y 1863); “Proyecto de una Compañía industrial, comercio exterior de los vinos, poniendo al efecto los medios convenientes” (Madrid, 1867).

También colaboró en los diarios liberales de su tiempo como en “La Discusión y en publicaciones especializadas como “El Genio Industrial” (1857) y “El Minero Español” (1857-58). Perteneció a varias Sociedades Económicas y mereció que tan altas corporaciones como las Academias de Ciencias de París y Londres le contaron  entre sus socios de mérito y ser condecorado como comendador de la Orden de Isabel la Católica.
Tomó parte muy eficaz en la revolución de 1868 iniciada al grito de “¡Viva España con honra!”, siendo elegido diputado para las Constituyentes de 1869 representando el distrito orensano de Ginzo de Limia, interviniendo brillantemente en diferentes ocasiones.

Nombrado finalmente Ministro del Tribunal de Cuentas de Filipinas que desempeñó por poco tiempo, se trasladó a París en misión científica y aquí le sorprendió la muerte el 11 de abril de 1878.

Científico valioso, poseía un carácter bondadoso y una modestia ejemplar, por lo que una publicación contemporánea destacaba el hecho poco frecuente de que se reuniesen  en él las virtudes de ser un hombre de talento y de acrisolada pureza política, nada comunes en la España de entonces.

Lo único que no deja de sorprendernos es que el erudito cronista orensano Benito Fernández Alonso haya ignorado en su obra “Orensanos Ilustres”, tan insigne hijo de aquella provincia.

ENVÍO: A. D. Augusto Álvarez, profesor de Matemáticas del Instituto de Orense, destacado laroucano y devoto admirador de Pellón Rodríguez, con el cariñoso recuerdo de uno de sus más constantes amigos.

Bahía Blanca, febrero de 1966.
VILANOVA, A.: “Julián Pellón Rodríguez”, Revista Galicia, Entre el recuerdo y la noticia. Buenos Aires, 1966.
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