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JUAN BARCIA CABALLERO (1957)
Médico insigne, profesor notable, novelista discreto, ensayista sutil, poeta delicado, conferenciante ameno bien merece le recordemos en estas sintéticas semblanzas gallegas.
En la Universidad de su ciudad natal cursó la carrera de medicina, y como tantos otros galenos de Galicia, hizo compatibles sus tareas profesionales con el cultivo fervoroso y persistente de la literatura. En las aulas de la Minerva compostelana, tuvo entre sus compañeros a Alfredo Vicenti, que más atraído por la pluma que el fonendoscopio, se entregó de lleno a las letras, ganando fama de exquisito poeta y sobresaliente periodista.
Una vez terminada su carrera y sufrido con brillantez las pruebas del doctorado, Barcia hizo oposiciones a la cátedra de Anatomía de la Universidad de Granada, de donde pasó por concurso de méritos a la Universidad de Santiago, que era su máxima aspiración profesoral.
En Compostela desarrolló una labor verdaderamente impresionante. Hombre de polifacética cultura y dotado de muy especiales dotes para desenvolver su obra, ésta fluyó fundamentalmente por dos vertientes: la médica y la literaria, llegando muy pronto a acusar en el acontecer intelectual de Galicia una fama bien merecida, así como un profundo respeto por todos cuantos saboreaban las calidades egregias de su producción.
Como médico, lo mismo en su cátedra que desde la dirección del Hospital de San Roque, impartió su saber y sus prácticas con relevante éxito. Por entonces publicó su “Programa de Anatomía práctica” (Santiago, 1896) y “Anatomía práctica” (Santiago, 1898), en colaboración con Vicente Goyanes y con prólogo del experto cirujano gallego Timoteo Sánchez Freire; “Homología de los miembros. La función en el eterno por qué y para qué del órgano” (Santiago, 1899). Publicó también, en colaboración con Santiago L. Mosquera una “Enciclopedia de las ciencias médicas”, que desgraciadamente no llegó a terminar.
Nombrado director del Manicomio de Conxo, dedicose por entero al estudio y examen de las dolencias frenopáticas. Fruto de este empeño fueron diversas publicaciones, entre las que sobresalen: “El estupor melancólico” laureada en 1900 en un certamen médico internacional celebrado en París; “O locura o libertad” (Santiago, 1912); “La locura y el corazón” (1916); “La locura en el arte” (1917); “Las perturbaciones sensoriales” (1921); y “La sugestión en los niños” (1924). Pero ninguna alcanzó tanta resonancia como su “De Re Phrenopática” (Santiago, 1915), obra escrita no a la vista de trabajos ajenos, con datos y antecedentes de publicaciones anteriores, sino a la vista de una serie de fenómenos y experiencias vividas por su autor entre los seres abatidos por su afección en el recinto maniconial de Conxo. “Tiene una parte de doctrina que puede interesar vivamente, no sólo a los médicos, sino a los sociólogos, a los pedagogos, a los novelistas, a los abogados, y en general a cuantos hombres de cultura y de corazón sientan la preocupación de los gravísimos problemas humanos que se relacionan con la cultura”.
Como escritor, específicamente literario, ocupa un lugar muy destacado en el campo de las letras galaicas. Como poeta obtuvo ruidosos galardones en públicos certámenes. Con su poesía tan celebrada “O arco da vella”, conquistó el premio del concurso literario de Vigo de 1881; con la dedicada a Rosalía de Castro, el otorgado por el Círculo de Artesanos de La Coruña, y la titulada “Brétemas”, premiada en los famosos Juegos Florales de Tuy de 1891, los primeros celebrados en lengua gallega. Entre sus obras son dignas de mención: “Mesa revuelta” (Santiago 1883), colección de ensayos literarios; “Rimas” (Coruña, 1891), versos en gallego, publicada por la benemérita “Biblioteca Gallega” de Fernández Latorre y Martínez Salazar; “La cuestión palpitante” (Santiago, 1881), cartas polémicas con Doña Emilia Pardo Bazán en torno al realismo y al naturalismo; “Fe, Patria, Amor. Elogio del Quijote” (Pontevedra, 1905); “Misión docente y misión social de la mujer” (Coruña, 1914) y “De los renacimientos literarios y otras cosas más” (Coruña, 1918), correspondiente al ciclo de conferencias organizado por el Instituto coruñés de Estudios gallegos que presidía D. Manuel Casás. También cultivó la novela, publicando en este género y en colaboración con su hijo Juan Barcia Eleicegui, al igual que su padre, médico y literato, “Dos almas” (1907) y “El señor Nin” (1922).
Dirigió durante varios años el célebre Ateneo León XIII de Compostela, tomando parte en infinidad de veladas literarias, sociológicas y científicas. Paladín del movimiento regionalista, estuvo al lado de Murguía, Cabeza de León y Alfredo Brañas, prologando de este último libro “El regionalismo” y de Díaz de Rábago “El crédito agrícola”. Fue miembro de la Academia Gallega y como tal contestó al discurso de ingreso en lengua gallega de Amador Montenegro Saavedra. Por su acendrado cariño a su profesión, le fue concedido el título de Rector honorario de la gloriosa Universidad compostelana.
Había nacido en Santiago el 26 de octubre de 1852, y en su pueblo nativo vivió siempre dedicado a tan ilustres tareas. Querido de todos por su caballerosidad, rectitud y bondad, murió el 11 de octubre de 1926, en su ciudad tan querida y que había sido una fiel testigo de su ejemplar personalidad humana e intelectual.
En Compostela desarrolló una labor verdaderamente impresionante. Hombre de polifacética cultura y dotado de muy especiales dotes para desenvolver su obra, ésta fluyó fundamentalmente por dos vertientes: la médica y la literaria, llegando muy pronto a acusar en el acontecer intelectual de Galicia una fama bien merecida, así como un profundo respeto por todos cuantos saboreaban las calidades egregias de su producción.
Como médico, lo mismo en su cátedra que desde la dirección del Hospital de San Roque, impartió su saber y sus prácticas con relevante éxito. Por entonces publicó su “Programa de Anatomía práctica” (Santiago, 1896) y “Anatomía práctica” (Santiago, 1898), en colaboración con Vicente Goyanes y con prólogo del experto cirujano gallego Timoteo Sánchez Freire; “Homología de los miembros. La función en el eterno por qué y para qué del órgano” (Santiago, 1899). Publicó también, en colaboración con Santiago L. Mosquera una “Enciclopedia de las ciencias médicas”, que desgraciadamente no llegó a terminar.
Nombrado director del Manicomio de Conxo, dedicose por entero al estudio y examen de las dolencias frenopáticas. Fruto de este empeño fueron diversas publicaciones, entre las que sobresalen: “El estupor melancólico” laureada en 1900 en un certamen médico internacional celebrado en París; “O locura o libertad” (Santiago, 1912); “La locura y el corazón” (1916); “La locura en el arte” (1917); “Las perturbaciones sensoriales” (1921); y “La sugestión en los niños” (1924). Pero ninguna alcanzó tanta resonancia como su “De Re Phrenopática” (Santiago, 1915), obra escrita no a la vista de trabajos ajenos, con datos y antecedentes de publicaciones anteriores, sino a la vista de una serie de fenómenos y experiencias vividas por su autor entre los seres abatidos por su afección en el recinto maniconial de Conxo. “Tiene una parte de doctrina que puede interesar vivamente, no sólo a los médicos, sino a los sociólogos, a los pedagogos, a los novelistas, a los abogados, y en general a cuantos hombres de cultura y de corazón sientan la preocupación de los gravísimos problemas humanos que se relacionan con la cultura”.
Como escritor, específicamente literario, ocupa un lugar muy destacado en el campo de las letras galaicas. Como poeta obtuvo ruidosos galardones en públicos certámenes. Con su poesía tan celebrada “O arco da vella”, conquistó el premio del concurso literario de Vigo de 1881; con la dedicada a Rosalía de Castro, el otorgado por el Círculo de Artesanos de La Coruña, y la titulada “Brétemas”, premiada en los famosos Juegos Florales de Tuy de 1891, los primeros celebrados en lengua gallega. Entre sus obras son dignas de mención: “Mesa revuelta” (Santiago 1883), colección de ensayos literarios; “Rimas” (Coruña, 1891), versos en gallego, publicada por la benemérita “Biblioteca Gallega” de Fernández Latorre y Martínez Salazar; “La cuestión palpitante” (Santiago, 1881), cartas polémicas con Doña Emilia Pardo Bazán en torno al realismo y al naturalismo; “Fe, Patria, Amor. Elogio del Quijote” (Pontevedra, 1905); “Misión docente y misión social de la mujer” (Coruña, 1914) y “De los renacimientos literarios y otras cosas más” (Coruña, 1918), correspondiente al ciclo de conferencias organizado por el Instituto coruñés de Estudios gallegos que presidía D. Manuel Casás. También cultivó la novela, publicando en este género y en colaboración con su hijo Juan Barcia Eleicegui, al igual que su padre, médico y literato, “Dos almas” (1907) y “El señor Nin” (1922).
Dirigió durante varios años el célebre Ateneo León XIII de Compostela, tomando parte en infinidad de veladas literarias, sociológicas y científicas. Paladín del movimiento regionalista, estuvo al lado de Murguía, Cabeza de León y Alfredo Brañas, prologando de este último libro “El regionalismo” y de Díaz de Rábago “El crédito agrícola”. Fue miembro de la Academia Gallega y como tal contestó al discurso de ingreso en lengua gallega de Amador Montenegro Saavedra. Por su acendrado cariño a su profesión, le fue concedido el título de Rector honorario de la gloriosa Universidad compostelana.
Había nacido en Santiago el 26 de octubre de 1852, y en su pueblo nativo vivió siempre dedicado a tan ilustres tareas. Querido de todos por su caballerosidad, rectitud y bondad, murió el 11 de octubre de 1926, en su ciudad tan querida y que había sido una fiel testigo de su ejemplar personalidad humana e intelectual.
VILANOVA, A.: Juan Barcia Caballero, "Galicia Emigrante", ano 4, nº 29, xuño-xullo 1957, p. 12,14.
Alberto Vilanova - Ensaísta e Historiador | Aviso Legal | © 2011 albertovilanova.com
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