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MODESTO FERNÁNDEZ Y GONZÁLEZ (1959)
Abusando de un tópico muy socorrido, podríamos decir que a Galicia se le puede servir muy eficazmente desde dos campos muy distintos en cuanto a su aspecto extrínseco, mas paralelos en cuanto a su coordinación patriótica.
Nos referimos preferentemente al campo económico y al intelectual. En lo económico, aparte de los estudios conducentes a una mejor desenvoltura de su riqueza, hemos de contar con el aporte magnánimo de sus filántropos, en cuyo renglón Galicia cuenta con desprendidos y magníficos bienhechores, aun cuando no sea en la intensidad y extensión que es de esperar. En el terreno intelectual ahí está para quien quiera analizar la obra de nuestros escritores y artistas. Lo difícil sin embargo, es encontrar personas que a la vez ejerzan ambas actividades.
“No era un funcionario dedicado a la práctica del expedienteo –como dice La Defensa Profesional-, que a fuerza de años y de errores logra imponerse en la tramitación de los asuntos, no viendo en estos más que su parte adjetiva y procesal; era, sí, el hombre reflexivo y estudioso, el escritor brillante, el espíritu culto, la inteligencia cultivada, que al formulismo mecánico de la ley anteponía el sagrado resplandor de la justicia. Hombre de ciencia, temperamento de artista, corazón de poeta, despachaba un expediente como si escribiera una obra literaria, llevando a las pretendidas arideces de la administración toda la luz, todo el calor, todo el entusiasmo de la vida naturalizándola e imprimiendo en ella ese sello de realidad que lleva todo, porque en todos encarna este ridiculizado modernismo”.
Atraído por el cultivo de las letras, fue periodista, publicista y escritor de distinguida autoridad. Colaboró en celebrados periódicos madrileños como: “El Contemporáneo”, “El Español”, “La Gaceta Popular”, “La Ilustración Española y Americana”, “La Correspondencia de España” y “La Época”. Tratando temas vernáculos, firmó interesantes artículos para “Heraldo Gallego” de Orense, “Ilustración Gallega y Asturiana” de Madrid y “Tierra Gallega” de La Habana. Tratando Temas de su profesión publicó los libros “La Hacienda de nuestros abuelos”, “Manual del impuesto de derechos reales” y “Programa de Instituciones de Hacienda”, y referentes a sus escarceos literarios: “Viaje a Portugal” y “Colección de retratos y semblanzas”.
Por sus distintas actividades fue objeto de altísimas distinciones. Era académico de número de la Matritense de Jurisprudencia y Legislación; presidente del Fomento de las Artes y vice de la Asociación de Escritores y Artistas; caballero de la Legión de Honor francesa, por su señalada intervención en el tratado comercial hispano-francés de 1877 y oficial del Ministerio de Instrucción pública de Francia, nombrado por Mr. Julio Simón, que sentía verdadera admiración por nuestro paisano. Estaba en posesión además, de las condecoraciones de Isabel la Católica y de la portuguesa de Cristo, amén de otras muchas extranjeras.
Para concretar su labor como hacendista, digamos que Modesto Fernández es autor de unos famosos artículos que bajo el título general de “Más industriales y menos doctores”, fue comentadísimo en su época; que confeccionó varios presupuestos generales de la nación; que frente al Fomento de las Artes, combatió fervorosamente por la dignificación de la clase obrera; que inspector del Banco de España, su intervención eficaz salvó el crédito de esta institución en Andalucía; que fue el primero que puso de moda la palabra irregularidad, con que se designa el cohecho en la administración pública; que “pasante del bufete de Alonso Martínez, ha ganado pleitos difíciles y muy notables; que jefe económico de Madrid pudo hacerse millonario con la parte que le correspondía en las multas a los industriales de mala fe, y la renunció a favor del Tesoro; que habiéndosele ofrecido la cartera de Hacienda en época memorable, hubo de rehusarla”.
Con ser tan preclaros todos estos merecimientos, ninguno ha podido superar “su amor a Galicia, sentimiento que en él llega al más alto grado, inflamando su fantasía, caldeando su corazón y templando su pluma, en términos que no le superan ni aún le igualan ninguno de los escritores que han escrito sobre nuestra tierra”. (Fernández Gallego). Y es noble destacar que tal aserto tiene una apreciación de notoria justicia. Multitud de artículos escribió Modesto Fernández, vindicando glorias gallegas, describiendo sus costumbres, exaltando a los hijos de Galicia más ilustres, impetrando el apoyo a coterráneos desvalidos, sugiriendo homenajes a galaicos notables olvidados, pidiendo para el benemérito astorgano Martínez Salazar el título de hijo adoptivo de Galicia; protegiendo a los inmortales poetas orensanos Lamas Carvajal y Curros Enríquez, dígalo si no estas líneas del propio Curros, cuando declara que “faltaría a su sagrado deber si no aprovechase esta ocasión para rendir al señor Fernández y González un testimonio público de gratitud por el generoso afecto y la decidida protección que le ha venido dispensando desde que en edad muy temprana, niño aún llegó a Madrid, prófugo de la casa paterna, indigente y desolado, hallando en él desde entonces el amor de un hermano, el consejo de un padre y la tolerancia sin límites de un maestro”. Por si esta declaración fuera poco, digamos que gracias a haber patrocinado Modesto Fernández los premios del Certamen literario de Orense de 1877, pudo Curros componer las tres joyas de nuestra literatura “A virxe do Cristal”, “O gaiteiro de Penalta” y “Unha boda en Einibó”.
Las cosas de Galicia embargaron de tal manera su ánimo, que Curros nos refiere la siguiente anécdota en estos términos: “Como Alfredo Brañas es el regionalista práctico. Las cosas de Galicia le interesan, le poseen de tal modo, que un día, oyendo sonar una gaita en la calle de Alcalá, siendo oficial de Hacienda, se embelesó en términos de olvidarse de dar cuenta al ministro de un expediente de que tenía que informar al Congreso, y en poco estuvo que el Ministerio en pleno presentara la dimisión.
En estos términos –añade-, traen revuelto a Madrid sus observaciones acerca de la cocina gallega y de la cual acaba de declararse partidario nada menos que el presidente de la Academia Española, conde de Cheste, que le dedicó sabrosas quintillas en un banquete celebrado en Madrid”.
Aunque no era hombre de partido, sus amigos le animaron a presentar candidatura para diputado a Cortes por el distrito de Celanova, de donde era oriundo, pero las artimañas caciquiles le arrebataron el acta, ¡detalle curioso!, lo mismo que le había de suceder muchos años después por el mismo feudo, a aquel otro egregio campeón de la galleguidad que fue Luis Porteiro Garea.
Modesto Fernández murió en Madrid el 18 de diciembre de 1897. Su entierro fue de los más impresionantes que se celebraron en la capital española de entonces. Orense como todo homenaje a uno de sus hijos más insignes, dio su nombre a una de sus calles más insignificantes.
En 1938 se cumplió el centenario de su natalicio. Entonces el turbión sangriento de la guerra fraticida, impidió celebrarlo con el decoro que hubiera sido necesario. Hoy al cumplirse los 120 años, queremos con estas líneas recordarle con cariño y la veneración, a que se hizo acreedor por su alta calidad intelectual, su hombría de bien, y sobre todo por su inalterable, profunda y ejemplar galleguidad.
VILANOVA, A.: Modesto Fernández y González, "Galicia Emigrante", ano 6, nº 37, maio 1959, p. 7, 26.