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 TELESFORO OJEA (1958)

En Fontey de Rúa de Valdeorras (Orense), moría el 22 de julio de 1890 el más ilustre representante del federalismo gallego Telesforo Ojea Somoza. Al enterarse de su muerte, el gran Pi y Margall mandaba un telegrama a sus camaradas gallegos en el que al expresar su sentimiento por su desaparición decíales: "La muerte de vuestro compatriota debe llorar siempre Galicia".

¿Quién era este gallego, muerto en plena juventud (aún no cumplidos los 34 años), al que hombre tan parco en sus alabanzas como Pi, dentro del laconismo obligado de un telegrama, mostraba tan profundo dolor?

Ojea Somoza fue uno de los cerebros más extraordinarios que tuvo nuestra Tierra, y por el cual no sólo Pi, sino también todos los prohombres de la democracia y de las letras españolas de su tiempo, tuvieron por él devota admiración. Veamos, como siempre a grandes rasgos, los perfiles más acusados de su personalidad.

Hizo la segunda enseñanza en el Colegio de los escolapios de Monforte y en el instituto provincial de Lugo. "De muy joven ya reveló que tenía juicio propio y un espíritu independiente". Se trasladó a Madrid y aquí en su Universidad cursó hasta el doctorado inclusive, la carrera de Derecho. Siendo aquí estudiante llamó la atención de todos los que lo conocían y trataban. Tuvo entonces entre otros compañeros de estudios a Joaquín Costa, que sentía por el estudiante gallego una admiración incontenida, admiración que el siguió prodigando hasta su muerte. Nosotros hemos conocido a quien le oyó muchas veces decir a Costa hablando de Ojea, que "si hubiera vivido hoy, sería la primera figura de España", y al recordarlo se le humedecían los ojos de amargura. 

En Madrid ingresó en la Juventud Federal, perteneció a la Asociación "Fraternidad Ibérica" de la que ocupó el cargo de orador, y que publicó algunos de sus discursos en folleto. Ocupó un cargo directivo en el Ateneo madrileño, y en la capital española dirigió "La República" desde su fundación hasta 1855, periódico que era órgano del Consejo Federal de España, colaborando a su vez en la "Revista de Legislación y Jurisprudencia", en "La Vanguardia" y "La Voz de Cataluña" de Barcelona, en "Eus-kaldum-Leguía" de Bilbao y en la confección del "Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano". 

Cuando ingresó en el Partido Federal, visitó por primera vez a su jefe, el ilustre autor de "Las Nacionalidades", y éste nos cuenta así su entrevista: "Recuerdo el día en que por primera vez se presentó en mi casa. No vino al partido, ni por vanidad, ni por razones de amistad, ni por referencia personal; vino conociendo ya el sistema federal en sus principios y en su desarrollo y dispuesto a propagarlo y difundirlo. Me cautivaron desde luego la claridad con que lo exponía y los vigorosos argumentos con que combatía el unitarismo, a sus ojos como a los míos, causa principal de los males que nos afligen desde los primeros años de la Edad Moderna". Así, nos dice Pi y Margall cuales fueron las primeras impresiones que produjo en su ánimo el primer trato con su nuevo correligionario gallego. 

Veremos ahora como muy pronto vio Pi y Margall, como en el seno del partido se agrandó la personalidad de Ojea.
Hizo sus primeros escarceos en la Asamblea Federal nacional de 1881; y aunque allí Ojea tuvo escasas intervenciones, debido a ser elegido secretario, en lo poco que dijo, atrajo en seguida la atención y el respeto de todos los asambleístas, entre los que estaba lo más granado de la democracia española. Clausurada la Asamblea, el Consejo nacional creyó conveniente la publicación de algunas constituciones regionales que pudieran ilustrar al partido y a las gentes sobre los límites del poder de la nación y de las regiones. Para seleccionarlas se designó una comisión técnica de la que fue presidente el eminente polígrafo de fama universal Eduardo Benot. Éste que sentía también una admiración grande por el joven Ojea, encargó a éste del estudio de cuantas constituciones regionales pudieran adquirirse. Ojea examinó nada menos que 116, entre europeas y americanas, y dio un dictamen "que honraría -nos dice Pi- al hombre de más maduro juicio jurídico". El Consejo acordó ante tan maravillosa pieza de Derecho público, publicarla con gran encomio al frente de algunas constituciones, como las de Berna, Friburgo, California, de Colima y de Guerrero, que la Comisión había estimado como las más perfectas.

En la Asamblea de Zaragoza, fue individuo componente de la Comisión encargada de redactar un proyecto de Constitución Federal española, el que dictó y en cuya defensa en cinco sesiones, "pronunció -nos vuelve a decir Pi y Margall- numerosísimos discursos, nutridos todos de datos y doctrina, compuestos con riguroso método, muchos más correctos de lo que la improvisación permitía, si a veces un tanto agresivos, casi siempre templados y excelentes por lo vigoroso del raciocinio, pronunciolos no solamente en defensa de las reformas sociales, a las que era grandemente aficionado; y de tal manera lo hizo, que no pocas veces me hizo sentir y considerar a que no podía llegar en la edad madura un joven que a los 23 años revelaba tal solidez de juicio que veía tan claras las más abstrusas cuestiones del orden social y del orden político". 

En esta Asamblea manifestó Ojea, su famosa teoría de que los derechos individuales era legislables, que luego haría de publicar en uno de sus famosos libros: "Los derechos individuales ¿son legislables?" (Madrid, 1884). Como esta teoría contrariase las ideas programáticas del partido, Ojea argumentó de esta manera: "Entiendo que los creo legislables, no porque opine que se pueda ni se deba limitarlos, sino porque entiendo que se los ha de garantir por medio de leyes, así contra el abuso del poder, como contra las violencias de los ciudadanos". 

Otra de sus notables publicaciones fue "El Parlamentarismo" (Madrid, 1884), en donde ataca los vicios que corrompen y vician el sistema, de tal manera que lo hizo suyo no sólo el parido federal, sino también el progresista, pero siempre partiendo de su arraigado federalismo, es decir, "de que los poderes nacionales tuviesen siempre el contrapeso de los poderes regionales". Idea que defendió siempre, incluso en su último discurso pronunciado en la Asamblea Nacional de Talavera de la Reina, en 1888, "cuando, como dice otra vez Pi y Margall, llevaba en la sangre el virus que había de matarlo". Y añade el eminente patriarca del Federalismo: "El excesivo estudio y las calumnias de que fue objeto por parte de algunos indignos individuos periodistas federales (carcomidos por la envidia a su gran talento y ejemplar conducta), hirieron mortalmente su organismo; peros sus continuos padecimientos no le arrancaron ni voces de desesperación, ni acentos de cólera".

De sus cualidades personales decía a su muerte el diario conservador de Lugo, "El Eco de Galicia": "la distinción de sus maneras, su educación esmerada, la benignidad de su carácter siempre tolerante y predispuesto al bien, sus tendencias a prestar protección y socorro al débil y al desvalido, le habían conquistado fama de perfecto y cumplido caballero". 

Los últimos años de su vida, se había dedicado a trabajar sobre una posible Constitución de Galicia, para integrar la República Federal Española, ideal suyo de siempre.

Había nacido en la aldeíta de Lama de Rey, ayuntamiento de Cervantes (Lugo), el 5 de enero de 1858, hace ahora justamente cien años. Otro centenario que pasa en el más oprobioso de los olvidos, precisamente ahora en que la idea Federal ha alcanzado entre los gallegos y muchos españoles, la gran ilusión de su espíritu. 

En este año de 1958, hay que celebrar, amigos gallegos de Buenos Aires, este centenario, como tenemos que celebrar el de la muerte de Aurelio Aguirre, el del nacimiento de Perfecto Feijoo, el del matrimonio de Murguía-Rosalía, y el cincuentenario de la muerte de Curros. 
Ahí queda clavada la propuesta, y los gallegos que sepan sentir y realizar, sientan y realicen.

VILANOVA, A.: Telesforo Ojea Somoza, "Galicia Emigrante", ano 5, nº 33, febreiro-marzo, 1958, p. 9-10.

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