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CURROS Y MURGUÍA: "LA HISTORIA DE GALICIA" LA REAL ACADEMIA GALLEGA (1953)
Curros Enríquez y Martínez Murguía estuvieron siempre unidos por una fraterna amistad; uníanles además del común amor a Galicia, una común espiritualidad también, que hizo de aquellas relaciones un lazo tan fuerte que sólo la muerte pudo romper. Aquí sí que se podría decir aquella máxima del genial pensador argentino José Ingenieros: "Entre nobles caracteres la amistad crece despacio y prospera mejor cuando arraiga en el reconocimiento de méritos recíprocos; entre raquítica, fundándose a menudo en la complicidad del vicio o de la intriga. Mientras en los hipócritas las complicidades se extinguen con los intereses que las determina; en los caracteres leales la amistad dura tanto como los méritos que la inspiran".
Curros era un profundo devoto de las glorias pasadas de Galicia, y deseaba fervientemente la aparición de una gran historia que hablase de ellas, con el lenguaje de la verdad y de la emoción a la posteridad. Por eso cuando Murguía acomete esta empresa, o sea, publicar su "Historia de Galicia", Curros saluda esta tarea con las más prometedoras ilusiones, así en su libro sobre Eduardo Chao escribía refiriéndose al Patriarca: "Aquel joven ha envejecido amando a su patria, protegiéndola contra el desamparo en que la dejan todos, hasta sus propios hijos. ¡Oh!, ¡Alentémosle para que no desfallezca! Tiene derecho a nuestras veneraciones. Aquel joven, para escribir la historia de su pueblo, hubo de rogar la inserción, en La Oliva, de estas líneas que Galicia debiera grabar en letras de oro, sobre la potada de su gran libro: Súplica. Un sujeto que hace seis años se dedica a recoger datos para escribir la Historia de Galicia, ruega a todas las personas que se hallen en posición de suministrarle noticias, para que dicha obra salga lo más correcta posible, se sirva remitirlos, si non tienen inconveniente, a la redacción de "La Oliva", de Vigo, todos los apuntes que las personas que nos quieran honrar con sus favores tengan a bien facilitarnos. ¡Santa y conmovedora indigencia la del genio, obligado a mendigar la gloria de su patria, como el desvalido el pan que le sostiene! Pero ¡hay de la patria cuyos hijos tienen que ocultar su nombre para postular esa gloria, temerosos de que los que pueden socorrer le nieguen su limosna o le cierren su puerta!".
Curros Enríquez, ya en La Habana, luchó apasionadamente porque el Centro Gallego protegiese, y más concretamente, financiase la Historia de Galicia, "a cuyo glorioso autor -escribía-, no puede negar el Centro, cueste lo que cueste, la ayuda para escribirla que le viene prestando, sin dejar interrumpido y truncado el monumento que simboliza nuestra regeneración". (Por entonces el Centro Gallego se veía obligado a aplazar la subvención prestada a Murguía, ya que todos sus fondos eran pocos para terminar la Quinta de Salud; ante esta resolución, por una razón de humanidad, Curros guardó silencio, pero una vez terminada las obras, y se aprestase el Centro a celebrar veladas y a reanudar los bailes, Curros pidiole saldase sus compromisos, ya que, "así como se abren sus cajas para obsequiar a los soldados que vienen a Cuba a defender nuestro territorio, deben abrirse también para ayudar a aquellos otros, no menos valerosos que, como Murguía, defienden el honor de nuestra patria, esclarecen nuestro pasado, buscando en él la honra de nuestro porvenir, levantan el espíritu de nuestra raza y dan alta idea al mundo de nuestra cultura". En estas palabras Curros, acuciaba a los miembros del Centro Gallego para que no privasen a nuestra patria "el libro que contiene la revelación de nuestros destinos", poniéndoles como ejemplo el caso de la Historia de Portugal por Herculano, que quedó interrumpida en el segundo todo por culpa de una bandería política portuguesa.
Curros no sólo apoyaba a Murguía en cuanto a la publicación de la Historia sino incluso en su sostenimiento particular. Cuando fue jubilado Murguía con motivo de cumplir la edad reglamentaria en el Cuerpo de Archiveros y Bibliotecarios (por cierto que su jubilación era sin sueldo), Curros consiguió en agosto de 1905, a propuesta suya, que el Centro Gallego de La Habana concediese una pensión mensual de cincuenta pesos al ilustre historiador. Fueron muchísimas las pruebas de afecto y ayuda que Curros prestó al famoso autor de los Precursores. Como dijo Quevedo "el amigo ha de ser como la sangre que acude luego de la herida sin esperar a que la llamen", así fue Curros para sus verdaderos y leales amigos, y de modo muy especialísimo para Murguía. Por eso éste, que como veremos después, tuvo siempre para su protector amigo la más entrañables expresiones de reconocimiento, decía en un trabajo titulado Dolora y refiriéndose a las muchas atenciones recibidas de Curros, lo que sigue: "Puedo decirlo así; es más, debo decirlo; ¡porque fueron tan pocos aquellos a quienes merecí pruebas de estimación en días más amargos!... Sería ingrato si así no lo dijera y en su honor de aquella grande alma no hiciese en este momento, como quien dice, mi confesión. Proclamando en estas páginas el generoso auxilio que le debí en momentos tan difíciles, que equivaldrían a la muerte, pues, me vi despojado de todo, no trato de librarme del peso de mi reconocimiento, porque este me es grato e inolvidable y porque -perdonad mi inmodestia- hay algo de honroso para quien recibe los beneficios, si el que los rinde es digno del general aprecio. Dios que todo lo ve y todo lo juzga y pone en la balanza la justicia más estricta, sabe bien que si recibí de la mano bondadosa de mi amigo la necesaria ayuda, ni hice menos los favores recibidos, ni quiero que queden ignorados".
Academia Gallega. -Hace ya bastantes años se habló de la creación de una Academia Gallega, que facilitase la elevada tarea de fijar y depurar nuestra lengua vernácula. Inició este propósito el ilustre filólogo y poeta Juan Antonio Saco y Arce, y nadie en verdad, con más legítimos títulos para esta empresa que el insigne autor de la Gramática Gallega. En Heraldo Gallego, en tres artículos que publicó sobre este tema Aurelio Elías Martínez, defendió la urgente necesidad de llegar a la fundación de la tan por tantos conceptos necesaria Academia. También Lamas Carvajal en su Cartas d'a Exposición de Santiago, apoyado por Antonio de la Iglesia en Anunciador, de La Coruña, y Laureano Rodríguez en El Eco de Galicia, de La Habana, defendieron entusiásticamente el surgimiento de dicha institución. Pero uno de los que se hizo eco de esta idea y le dedicó más entusiasmo fue Curros Enríquez, que desde su periódico Tierra Gallega supo infundir a tal proyecto los más cálidos alientos. Por entonces se reunían en el salón de sesiones de la Diputación Provincial de La Coruña, los días 17 y 18 de febrero de 1895, un grupo numeroso de escritores gallegos, presididos por la gran figura política y literaria de Pérez Costales, que aun siendo asturiano sentía por Galicia verdadera idolatría. Se aprobó el reglamento y se acordaba, entre otras cosas, designar presidentes honorarios a Emilia Pardo Bazán, M. Murguía y Curros Enríquez. Estos primeros pasos fueron saludados por toda la intelectualidad gallega con muestras de extraordinario júbilo. Pero esto duró bien poco tiempo. Se veía a la sazón en esta Academia un foco de probable nacionalismo gallego, por lo que no faltaron trabajos de zapa, intriguillas tortuosas, politiquería menuda e incluso insinuaciones injuriosas, que dieron al traste con tan generosa y creadora institución. Con este motivo Curros escribió un editorial, en que se condolía amargamente de la decepción que le causaba ver muerta antes de nacer una corporación tan necesaria para los intereses espirituales de Galicia. Pero Curros no era hombre que se mordiese la lengua o que pusiera sordina a su pluma cuando se trataba de algo fundamental para su patria. Y entonces escribió: "Por consiguiente, no hay que pensar ya en limpiar el gallego de los vicios que lo afean. Las voces dudosas, los vocablos neológicos, los giros bárbaros habrá que consultarlos, antes de escribirlos, con hombres más bárbaros todavía; con los lacayos de Montero Ríos, los siervos de Eduayen o el portero de Linares Rivas. Ellos, sólo ellos, tienen derecho a constituir academias y velar por la pureza de nuestra habla. Nadie desde hoy se atreverá a ocupar un puesto en la inmortalidad, sin la previa autorización del Secretario del Ayuntamiento de Coles, del Recaudador de Fechiñas o del Peatón de Cecebre. Todo libro gallego, si ha de aspirar al éxito, deberá llevar en la primera página una papeleta de votación por la que el autor acredite ser partidario del candidato oficial, siempre que éste resulte persona grata a nuestros caupolicanes. Y ahora, vosotros, pobres escritores, que soñabais con la gloria de Milton, de Shakespeare, del Dante, de Cervantes; que vivíais halagados por la esperanza de obtener un día el aplauso de vuestro país, como premio al trabajo que os costara perfeccionar su lengua y hacerla admirar de todos los pueblos del mundo en obra inmortales, arropad la pluma, desprendeos de esa válvula de seguridad tan necesaria al talento y no aspiréis a otros triunfos que a los que se obtienen yendo a gatas o de rodillas a la piscina madrileña o al Santuario de Lourizán para recoger a cambio de la ofrenda de vuestra dignidad y vuestro patriotismo, una piadosa sonrisa del Fetiche, o una credencial que os permita asistir en paz a las batallas intelectuales de nuestra época, desde una modesta plaza de escribiente con 999 reales de sueldo. Así se sirve a la patria, eligiéndola un altar en el estómago o algo más abajo: en el duodeno".
Pasaron algunos años, volvió a reproducirse el tema, y un artículo publicado por Murguía en La Temporada, de Mondariz, reinsertó en una revista gallega de La Habana, encontró eco en el corazón (uno de los más grandes corazones gallegos) de José Fontenla Leal, que, apoyado resueltamente por Curros Enríquez y otros entusiastas hijos de Galicia, dio lugar a que se constituyera en el año de 1905, en La Habana, la Asociación Iniciadora y Protectora de la Academia Gallega, que eligió como presidente-fundador al propio Curros Enríquez. Y así, el 1º de julio del referido año ya Curros oficiaba a don Manuel Murguía las necesarias instrucciones para la habilitación de dicha entidad, consiguiendo así que el 30 de septiembre de 1906 se celebrasen con gran solemnidad los actos inaugurales de la Sociedad. Y de esta manera surgió la actual Academia Gallega.
Murguía, siempre presente a honrar la memoria de Curros, destacaba a su muerte, en una líneas rebosante de cariño infinito (como lo hace siempre cuando a nuestro poeta se refiere), todo lo que a su gestión debía la Academia: "Bajo el amparo y gestión del insigne hijo de Galicia, cuya muerte tan hondamente conmovió el alma de nuestro pueblo, y al propio tiempo nuestro corazón noblemente unido al gran poeta, pusieron desde el primer momento nuestra Academia cuantos en Cuba sienten anhelos de la grandeza, de la gloria, de la prosperidad de su patria. Bien sabían que le entregaban a las manos más fuertes y al abrigo de un amor sin límites, por cuanto tendían a honrar su tierra y a levantar su espíritu, más que abatido por todo género de contrariedades, las que la suerte contraria le prepara, y las que son hijas de nuestras propias manos, que bien sabe Dios ¡cuán dolorosas! El cielo quiso otra cosa, y aquella noble alma, de cuyos generosos impulsos tanto se esperaba, sucumbió de golpe. Y quien fue el primer Presidente de la Asociación, que creó y mantiene nuestra Academia, abandonó el mundo de los vivos, dejando en soledad dolorosa a cuantos teníamos puestos en él nuestras esperanzas, nuestros alientos, nuestra amistad sin mancha".
La Academia concurrió casi todos los años a rendir su ofrenda florar a su tumba, y en casi todas estas ocasiones, Murguía llevó la palabra de la docta corporación. El 7 de marzo de 1915, dedicaba unas palabras a su ilustre amigo: ¿Qué he de decir de ti en este momento, amigo inolvidable y hermano en el dolor? Descansas ya en las soledades de la muerte y no hemos de ir a turbar con nuestras quejas sus misterios, porque eso sería llenar de nuevo el curso de agua turbia en que el destino te obligó a beber durante tu paso por la tierra. ¿A qué, pues, renovar tu inagotables pesares con los ayes que nos arrancan, los que todavía sufrimos? ¿Para qué, cuando aquí tienes a los que aman tu memoria, los que a diario ensalza tu obra, los que en este instante mismo se reúnen para rendirte el justo tributo de su cariño? No lágrimas, sino aplausos venimos a rendirte; no tristezas, antes el regocijo que nos causa el ver que no te olvidan, que tu corazón se renueva con las rosas primaverales, cuando tu memoria gloriosa y cada vez más sagrada arraiga con mayor fuerza en el suelo de la patria, cuando todo nos dice que tu obra florece bajo estos cielos, cuando, en fin, tu nombre es para todos como un emblema que recordará eternamente a tus hermanos lo que sufriste por ellos y las esperanzas que pusiste en la exaltación de Galicia y en su más fecundo porvenir".
La Asociación Iniciadora y Protectora de la Real Academia Gallega, de La Habana, celebró el 15 de septiembre de 1910 una grandiosa velada en honor de Curros y a beneficio de la Academia. Ante el busto del poeta, obra del escultor Manuel Pascual, colocaron coronas de flores todas las asociaciones gallegas de La Habana, la prensa regional y el Diario de la Marina. Pronunció un gran discurso Ángel Barros y se leyó el mensaje que, escrito por Murguía, enviaba la Academia Gallega. Verdadera filigrana literaria, de tersa y gentil prosa, el Patriarca dedicaba estas palabras al poeta: "Para vosotros y en este sitio será inusitado recordar a Curros Enríquez, que vistió nuestro idioma con todas sus galas y con los más brillantes destellos de una inspiración sin rival. Con vosotros convivió el poeta, bajo los cielos en que resuenan estas palabras cerró sus ojos para siempre. ¡Qué más santo recuerdo puede evocarse en este momento, que el de aquel que amó a su tierra con un amor jamás entibiado, e inició y amparó con su gloria los modestos comienzos de la R. Academia Gallega, en cuyo nombre os hablo! ¡Pobre amigo querido, pobre alma solitaria atormentada y siempre triste! ¡Cómo hablar de ti sin enaltecer tu memoria con estas palabras de consuelo para tu alma, tú que tanto has padecido, tú que tanto has llorado, tú que amaste tanto a Galicia, tu patria, y su lengua, que era la de tu pueblo, y cubriste sus hombros con el manto de la santa, de la divina poesía, tu único consuelo, única compañera que no te hizo traición, único que ya hoy te une a los tuyos con lazos que nada puede romper!".
El 11 de marzo de 1917, con motivo del tradicional homenaje que la Reunión de Artesanos rendía anualmente con motivo del aniversario del fallecimiento del poeta, Murguía volvió a dedicarle palabras en que reincidía en la misma amorosa admiración y cariño de siempre.
Y para terminar, incluimos aquí, en este collar de alabanzas que Murguía dedicó a su predilecto amigo, las líneas que le dedicó en el número homenaje que le ofreció la publicación galleguista ¡Terra a Nosa! Están escritas en gallego, de lo poquísimo que Murguía, inexplicablemente, escribió en nuestra lengua: "Baixo o ceo á cuyo amparo repousas, volven hoxe a levantarse as alabanzas, en que o pobo, para quen a túa voz de inspirado tuvo sempre unha santa e eterna defensa, renova a expresión de amor que ten consagrado ao seu poeta predilecto. A ese coro entusiasta quero que vaya unido a miña voz e o meu recordo entrañable, para que seipas que no meu corazón vive e vivirá para sempre a memoria de quen foi para min un queridísimo irmán. Ben pronto, irmán infortunado, a quen feriron todas as doores que acosan ao home n aterra, podrá verte e renovar os nosos interrumpidos coloquios, pois chámanme e réndenme os anos que me acercan a ti e a cantos me esperan".
Así fueron las relaciones de estas dos vidas ejemplares de Galicia. Unidos siempre por la atadura espiritual de idénticas devociones. Poeta por excelencia uno, historiador por vocación otro, congeniaron y se comprendieron, porque todo lo que tienen de fundamental en su obra está al servicio incondicional, fervoroso y perenne de la sagrada causa de Galicia.
VILANOVA, A.: "Curros y Murguía: La historia de Galicia. La Academia Gallega", en Galicia. Revista del Centro Gallego, año XXXVI, nº 470, Bos Aires, marzo e abril de 1953, p. 8-9. Reprodución dun fragmento do seu libro Vida y obra de Manuel Curros Enríquez.
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