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R. P. JOSÉ M. BLANCO (1957)
El día 9 del pasado mes de agosto, falleció en el famoso Colegio del Salvador de Buenos Aires este eminente jesuita gallego, con el hondo pesar de todos sus discípulos, compañeros de la Orden y de cuantos conocían su ímproba y singular tarea intelectual.
Profesor, publicista, orador, conferencista, físico, naturalista, teólogo, antropólogo, sociólogo, desplegó en todas estas actividades, insigne y destacado saber. Sin embargo su exquisita modestia impidió que en torno a su nombre se hiciese la aureola, que tan pródigamente se derrama sobre algunas vidas vulgares.
Nacido en Silleda (Pontevedra) el 17 de noviembre de 1878, vino a la Argentina acompañando a sus padres, emigrantes como tantos gallegos, cuando apenas contaba seis años de edad. En 1892 inició sus estudios en el Seminario Metropolitano de Buenos Aires, donde terminó con el curso de Humanidades y Retórica. Cuando comenzaba Filosofía se trasladó a Córdoba, iniciando en 1896 el Noviciado en la Compañía de Jesús. Dos años después se trasladó a España, fijando su residencia en Cataluña, al objeto de ampliar sus estudios, especialmente en lenguas clásicas, con tal relevante aprovechamiento, que llegó a ser uno de los más competentes helenistas, componiendo un hermoso poema en hexámetros en la lengua griega, y desempeñando una cátedra en Tortosa de gramática homérica y elaborando un ensayo sobre la “Ilíada”. Especializado en Física, Química y Ciencias Naturales, de cuyas materias dio clase en el Colegio del Salvador, realizó importantes experimentos, sobre todo en lo que se refiere a articulación mecánica. En 1908, reanudó sus estudios de Teología, desempeñando una cátedra de elocuencia sagrada y otra de hebreo, y concluida su carrera retornó a la Argentina en 1913, dando un curso en el citado Colegio del Salvador de Buenos Aires.
Pasó luego a Montevideo, donde durante el verano planeó y construyó su laboratorio modelo de análisis y síntesis orgánica, debiendo quedarse allí algún tiempo para regentar esta cátedra y la de Física. En 1916 al crearse la Universidad Pontificia con facultad para otorgar grados en Filosofía y Teología, fue especialmente designado para incorporarse al profesorado con las cátedras de Psicología, Cosmología, Ciencias Naturales, Física y Química. Su primer interés fue organizar la Academia de Filosofía que había de dar magníficos resultados hasta el punto de que en ella se formaron las figuras más destacadas del clero argentino. Vuelto al Colegio del Salvador en 1924, se hizo cargo de las cátedras de Ciencias naturales, Anatomía, Fisiología e Higiene, siendo su primera labor, dotar a estas enseñanzas de laboratorios y gabinetes de investigación con arreglo a las más modernas creaciones. Fue después profesor del Seminario de Villa Devoto; del Colegio de San José, que dirigió en 1938; retornando al del Salvador en 1944, ocupando la Prefectura, llevando a cabo en todos estos establecimientos de enseñanzas, provechosísimas reformas, lo mismo en el orden pedagógico, que en el régimen interior y administrativo.
Su otra faceta, la de escritor y publicista, alcanza sobresaliente prestigio. Director de la célebre Academia Literaria de La Plata y director varios años de su revista “Estudios”, publicó en ella multitud de trabajos, en los que al lado de los de carácter científico, como los que dieron lugar a su libro “La Eugenia naturalista y La Campaña profiláctica contra la lues”, aparecen otros como “El estudio psicológico de Amado Nervo”; “La lógica de la fe”; “La escuela del dolor”; “La educación del obrero”; “Filosofando sobre los hechos”; “La civilización llega a la cumbre”; “Un hallazgo psicológico”, etc., etc.
Mas donde su categoría intelectual rayó a gran altura, fue como antropólogo. Estaban entonces en moda las teorías del celebérrimo naturalista argentino
Florencio Ameghino, sobre todo su doctrina transformista, expuesta en su obra “La Filogenia”, y además su tesis acerca de los elementos paleontológicos y antropológicos argentinos, habían recibido el consenso de muchas personalidades científicas. El P. Blanco no conforme con dichas teorías, se dedicó con fervorosa dedicación al examen de las mismas. Después de pacientes estudios y haber realizado por su cuenta investigaciones que le llevaron a conseguir valiosos hallazgos en cráneos y otros fósiles, que le habían de servir para impugnar ruidosamente la obra hasta entonces indiscutible de Ameghino. A ello le ayudó la Academia Literaria de La Plata que le puso a su disposición todos los medios conducentes a su sonada refutación. Dio varias conferencias científicas exponiendo su oposición; fruto de todas estas preocupaciones fueron sus libros: “La evolución antropológica y Ameghino” (Buenos Aires, 1916); “El credo de Ameghino”; “El Tetraprothomo, dipreothomo y Homo pampaeus desde el punto de vista geológico y paleontológico”; “Los cráneos singulares y la orientación frontglabelar”; “La Antropometría y la Ciencia” (Buenos Aires, 1921), mereció ser citada como modelo en la materia por el sabio antropólogo francés Prof. E. Verneau, en la revista “L’Antropologie”, de la cual era éste, redactor jefe.
“Las formas citológicas y el principio vital específico en el hombre y en los animales”; “¿Cuál es la naturaleza de las formas citológicas?”; “El Diprothomo y la Orientación fronto-glabelar”; “Las Bolas de Parodi, serán bolas”; “El enigma de Miramar”; “Sobre Plasmogenia”, etc. Son también de orden científico sus otras obras “Dinámica cerebral”; “El Siderófono”; “La bobina parlante” y “La Fe y la Ciencia ante la razón”.
Entre su producción literaria y de investigación histórica destacan sus diez volúmenes de “Lecturas amenas”, especie de narraciones morales, (Buenos Aires, 1923-24), “ramilletes de flores silvestres, pero saturadas con los aromas del corazón”, como dice su autor en el prólogo; sus dos libros dedicados a los “Mártires del Caaró e Yjuhí” (Buenos Aires, 1929-30) y a los “Mártires de Elicura en Arauco” (Buenos Aires, 1937), escritas ambas por consejo de la Comisión Histórica de la S. C. de Ritos de Roma; las biografías del “H. José Marcos Figueroa, S. J.” y la de “M. Leonor Maturanza de San Luis” (Buenos Aires, 1952).
Finalmente su labor teológica y apostólica fue verdaderamente extraordinaria, predicando sermones y dando conferencias por centenares, no sólo en la Argentina, sino también por las Repúblicas de Chile, Paraguay y Uruguay, siendo algunos tan celebrados como los pronunciados en la Catedral de Montevideo con motivo del octavario de Corpus, y que fueron recogidos en un volumen con el título de “Misterio de la fe” (Buenos Aires, 1946).
Así a grandes rasgos queda perfilada la figura de este eminente gallego, que como tantos otros hijos esclarecidos de Galicia, han dejado en la Argentina el sello indeleble de su cultura, de su docencia y de su talento creadores. Al lado de aquellos otros ilustres gallegos, compañeros de su Orden como Quiroga, Fecha, Figueroa, Montenegro, Iglesia, quedará el P. Blanco, afirmando una vez más cuanto debe esta tierra al aporte generoso de los hombres de nuestra Tierra.
ENVÍO: Al insigne historiador argentino R. P. Guillermo Furlong, S. J. a cuya bondad debo el conocimiento de la personalidad del biografiado.
Pasó luego a Montevideo, donde durante el verano planeó y construyó su laboratorio modelo de análisis y síntesis orgánica, debiendo quedarse allí algún tiempo para regentar esta cátedra y la de Física. En 1916 al crearse la Universidad Pontificia con facultad para otorgar grados en Filosofía y Teología, fue especialmente designado para incorporarse al profesorado con las cátedras de Psicología, Cosmología, Ciencias Naturales, Física y Química. Su primer interés fue organizar la Academia de Filosofía que había de dar magníficos resultados hasta el punto de que en ella se formaron las figuras más destacadas del clero argentino. Vuelto al Colegio del Salvador en 1924, se hizo cargo de las cátedras de Ciencias naturales, Anatomía, Fisiología e Higiene, siendo su primera labor, dotar a estas enseñanzas de laboratorios y gabinetes de investigación con arreglo a las más modernas creaciones. Fue después profesor del Seminario de Villa Devoto; del Colegio de San José, que dirigió en 1938; retornando al del Salvador en 1944, ocupando la Prefectura, llevando a cabo en todos estos establecimientos de enseñanzas, provechosísimas reformas, lo mismo en el orden pedagógico, que en el régimen interior y administrativo.
Su otra faceta, la de escritor y publicista, alcanza sobresaliente prestigio. Director de la célebre Academia Literaria de La Plata y director varios años de su revista “Estudios”, publicó en ella multitud de trabajos, en los que al lado de los de carácter científico, como los que dieron lugar a su libro “La Eugenia naturalista y La Campaña profiláctica contra la lues”, aparecen otros como “El estudio psicológico de Amado Nervo”; “La lógica de la fe”; “La escuela del dolor”; “La educación del obrero”; “Filosofando sobre los hechos”; “La civilización llega a la cumbre”; “Un hallazgo psicológico”, etc., etc.
Mas donde su categoría intelectual rayó a gran altura, fue como antropólogo. Estaban entonces en moda las teorías del celebérrimo naturalista argentino
Florencio Ameghino, sobre todo su doctrina transformista, expuesta en su obra “La Filogenia”, y además su tesis acerca de los elementos paleontológicos y antropológicos argentinos, habían recibido el consenso de muchas personalidades científicas. El P. Blanco no conforme con dichas teorías, se dedicó con fervorosa dedicación al examen de las mismas. Después de pacientes estudios y haber realizado por su cuenta investigaciones que le llevaron a conseguir valiosos hallazgos en cráneos y otros fósiles, que le habían de servir para impugnar ruidosamente la obra hasta entonces indiscutible de Ameghino. A ello le ayudó la Academia Literaria de La Plata que le puso a su disposición todos los medios conducentes a su sonada refutación. Dio varias conferencias científicas exponiendo su oposición; fruto de todas estas preocupaciones fueron sus libros: “La evolución antropológica y Ameghino” (Buenos Aires, 1916); “El credo de Ameghino”; “El Tetraprothomo, dipreothomo y Homo pampaeus desde el punto de vista geológico y paleontológico”; “Los cráneos singulares y la orientación frontglabelar”; “La Antropometría y la Ciencia” (Buenos Aires, 1921), mereció ser citada como modelo en la materia por el sabio antropólogo francés Prof. E. Verneau, en la revista “L’Antropologie”, de la cual era éste, redactor jefe.
“Las formas citológicas y el principio vital específico en el hombre y en los animales”; “¿Cuál es la naturaleza de las formas citológicas?”; “El Diprothomo y la Orientación fronto-glabelar”; “Las Bolas de Parodi, serán bolas”; “El enigma de Miramar”; “Sobre Plasmogenia”, etc. Son también de orden científico sus otras obras “Dinámica cerebral”; “El Siderófono”; “La bobina parlante” y “La Fe y la Ciencia ante la razón”.
Entre su producción literaria y de investigación histórica destacan sus diez volúmenes de “Lecturas amenas”, especie de narraciones morales, (Buenos Aires, 1923-24), “ramilletes de flores silvestres, pero saturadas con los aromas del corazón”, como dice su autor en el prólogo; sus dos libros dedicados a los “Mártires del Caaró e Yjuhí” (Buenos Aires, 1929-30) y a los “Mártires de Elicura en Arauco” (Buenos Aires, 1937), escritas ambas por consejo de la Comisión Histórica de la S. C. de Ritos de Roma; las biografías del “H. José Marcos Figueroa, S. J.” y la de “M. Leonor Maturanza de San Luis” (Buenos Aires, 1952).
Finalmente su labor teológica y apostólica fue verdaderamente extraordinaria, predicando sermones y dando conferencias por centenares, no sólo en la Argentina, sino también por las Repúblicas de Chile, Paraguay y Uruguay, siendo algunos tan celebrados como los pronunciados en la Catedral de Montevideo con motivo del octavario de Corpus, y que fueron recogidos en un volumen con el título de “Misterio de la fe” (Buenos Aires, 1946).
Así a grandes rasgos queda perfilada la figura de este eminente gallego, que como tantos otros hijos esclarecidos de Galicia, han dejado en la Argentina el sello indeleble de su cultura, de su docencia y de su talento creadores. Al lado de aquellos otros ilustres gallegos, compañeros de su Orden como Quiroga, Fecha, Figueroa, Montenegro, Iglesia, quedará el P. Blanco, afirmando una vez más cuanto debe esta tierra al aporte generoso de los hombres de nuestra Tierra.
ENVÍO: Al insigne historiador argentino R. P. Guillermo Furlong, S. J. a cuya bondad debo el conocimiento de la personalidad del biografiado.
VILANOVA, A.: R. P. JOSÉ M. BLANCO, Galicia Emigrante, Buenos Aires, outubro e novembro de 1957.
Alberto Vilanova - Ensaísta e Historiador | Aviso Legal | © 2011 albertovilanova.com
Deseño: Jose Lameiras Vilanova