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 ALBERTO VILANOVA por BLANCO AMOR

Después de dieciséis años ha vuelto, por unas semanas, a su ciudad natal. Tres lustros de ausencia son mucho para que este Orense, quebrado el espinazo de su continuidad cultural y cívica, pueda percibir este tipo de presencias. Al no ser un figurón por temperamento o un indirecto figurante, puede muy bien ocurrir que Vilanova pase por su pueblo con pena y sin gloria.

Sin embargo, Alberto Vilanova es un orensano ilustre, dejando el malgastado vocablo asépticamente al margen de la prodigalidad pelotillera con que hoy lo intercambian la bambolla y la mediocridad; es ilustre volviendo la palabra a su etimología: portador, dador de la luz, de las luces; ilustre como ilustrado.



He sido testigo día a día, acción a acción, de su vida y trabajos en la Argentina. Naturalmente no llegó allí como emigrante de fardel y agencia negrera, aunque si de bagaje y misión. Nos llegó con una cultura anchísima, activa y profunda, y tras ella un modo severo de adquirir la que había de desembocar luego de un modo fecundo de administrarla y de suministrarla en la cátedra, en la tribuna, en el libro, en el coloquio. Su palabra recia, convicta, apasionada, virtudes que “también” pueden llevar a la atención retoricísta, aparecía, desde el primer momento, condicionada por la responsabilidad ya la seriedad del método.

 Se unió, –en realidad ya iba unido– inmediatamente a nuestras filas y fue en ellas un refuerzo de primer orden. Quizá su aporte más singular y ejemplar haya sido el reprimir la mera efusión emocional con que, hasta entonces, en el orden divulgador, se venían tratando los temas históricos gallegos, para imprimirles el rigor científico sin desmedro del entusiasmo patriótico. Fruto de esta severidad del investigador, junto a su agudeza para percibir el hecho poético, fue a su laureada “Biografía de Manuel Curros Enríquez” que hasta el momento de su aparición era la más de fiar y según van las cosas sigue siéndolo. En estas tareas del saber responsable, dinamizado por la pasión polémica, Alberto se convirtió enseguida en uno de los mejores elementos de aquel instante señero en la vida de nuestra colonia que reunía en sus filas – sin citarlos a todos -  a Castelao, Seoane, Dieste, Lorenzo Varela, Antonio Baltar, Suárez Picallo, Laxeiro, J. Núñez Búa, Díaz Pardo, José Suárez, R. Valenzuelas, Sánchez Guisande, Xabier Bóveda, Colmeiro, Arturo Cuadrado…grupo sin paralelo en un siglo de emigración, que llevó a cabo una obra sin más precendentes en Galicia que la generación de los Precursores y, en cierto modo, la que se inicia en torno a la asamblea galeguista de 1917, y desde luego sin nada semejante en la historia de la emigración gallega en cualquier parte del mundo. Además de la actuación intrínseca de Vilanova queda desarrollada en el ámbito argentino, que le llevó a una cátedra de historia en la Universidad del Sur, en cuyo desempeño creó un estilo que es casi una escuela.

Su tarea como escritor, parcializada e centenares de ensayos, notas, artículos, etc. culmina en su obra monumental – 1500 páginas – “Los Gallegos en La Argentina”. No creo que en el conjunto emigratorio español se haya hecho nada parecido. Desde el siglo XVI hasta los penúltimos tiempos, todo cuanto gallego tuvo realce en el vastísimo país, asoma a la obra con sus pelos y señales;  y no sólo “relatado” sino clasificado, comentado, puesto en su tiempo y sazón: letrados, clérigos, juristas,  literatos, militares, políticos, hombres de pensamiento, de acción, y de aventura, nos hacen notorio que nos posible entender o explicar la historia argentina prescindiendo del ingrediente gallego, que abarca además del número y la extensión, todas las clases, estamentos y actividades  en corte vertical: desde las cimas más eminentes hasta la promiscuidad germinal de las masas, protagonizadas socialmente en sus grandes creaciones colectivas. Sánchez Albornoz en su emocionante prólogo así nos lo dice: “Los gallegos emigrantes han enriquecido con sus trabajos estos pueblos y se han incorporado a su vida. Sería necesario hacerla historia de la colonización galaica en América. Una página de esa historia ha sido escrita por Alberto Vilanova…, gran orador, mente clara, pluma fácil, estudioso fecundo, ha empleado largas y concentradas horas en trazar biografías de cientos de gallegos venidos a la Argentina; en estudiar sus obras, sus escritos, sus almas y sus empresas colectivas…” “La Argentina­ –concluye el gran historiador – sin el esfuerzo galaico no sería lo que hoy es”. Nada menos. Sin la obra de Vilanova no habría manera de aseverar documentalmente afirmación de tal modo honrosa y certera.

El presente viaje de Alberto Vilanova a Galicia y a España, responsable, al lado de motivos familiares y sentimentales, al propósito de complementar su documentación para acometer la historia general de la emigración gallega en América, obra ciclópeda que podemos esperar de su talento y de su inclasificable laboriosidad. Este es el orensano que hoy está de paso por sus amnésicos y desfigurados lares. Un servidor, en nombre  de otros orensanos también merecedores de asociarse a esa fraternal cortesía, lo saluda con el corazón y con la cabeza.

 

Auria, 9 de diciembre.

Publicado en “La peligrosa aventura de vivir en un pueblo” escritos de Blanco Amor 1967 – 1971

Edita e imprime: La Región

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