Blog

 EN LA MUERTE DE UN GRAN HUMANÍSTA CATALÁN: Luis Nicolau D´Olwer (1962)

Capítulo I: EL POLÍGRAFO, por el Dr. Alberto Vilanova

El Dr. Alberto Vilanova, nuestro dilecto colaborador y erudito, que fuera amigo del Dr. Luis Nicolau D'Olwer, escribe exclusivamente para LUGO un ensayo bibliográfico de tres capítulos, en ocasión de la muerte del catalán ilustre. El primer capítulo, trata sobre el polígrafo. En números sucesivos daremos los otros dos textos referentes al insigne helenista y filósofo recientemente fallecido en México.


EL POLÍGRAFO


A mi querido amigo Dr. Juan Cuatrecasas, catalán insigne y demócrata vertical.

Por el año 1833 se publicaba en Barcelona el periódico "El Vapor", título progresista muy de la época, y que a pesar de publicarse "bajo los auspicios del Capitán general de la región y dedicada  al Ministro de Fomento general del reino", daba asilo en sus páginas a aquellos hombres que entonces empezaban a sentir un patriotismo netamente catalán. Y el mismo año Buenaventura Carlos Aribau, uno de sus primeros próceres, lanzaba las aguerridas estrofas de su "Oda a la Patria". En ella como cumple a toda emoción límpidamente nacionalista, se hacía una fervorosa invocación a la lengua vernácula. Con esta sincera poesía, ínsita de energía y esperanza, quedaba abierto el camino de una nueva fe para Cataluña.
Aribau fue como su profeta, pero el que flameó esta bandera contra viento y marea fue Rubió y Ors. "Mi padre, -escribe su hijo, el sabio profesor y publicista Antonio Rubió y Lluch-, fue el único de aquella generación que levantó con valentía la bandera de la independencia literaria de Cataluña, en el prólogo de su Gaiter, que es todo un manifiesto de sus nuevas orientaciones y una de las páginas más curiosas y vibrantes de la historia de nuestro Renacimiento". Se refería al cultivo del idioma catalán que mensualmente Rubió y Ors llevaba a cabo en el "Diario de Barcelona", cuando precisamente todos dudaban del éxito cultural de la lengua materna.

El propio Aribua, y otras personalidades tan egregias como Capmany, Milá y Fontanals, Piferrer y Quadrado, consideraban perdido el pleito de la nacionalidad literaria de Cataluña e incluso el último de éstos, desde su periódico "Palma", extendía esquela de defunción a todas "las lenguas regionales de la Península, por considerarlas inhábiles e inadecuadas para la literatura".  Rubió y Ors no desmayó y a pesar de las tremendas dificultades y hostilidades con que tuvo que luchar se impuso triunfalmente. Fueron magníficos auxiliares suyos los Borfarull, Balaguer, Estoch, Roselló, Girval, etc., pero quizá nadie mantuvo con tanta constancia y altura el nuevo credo como su propio hijo Rubió y Lluch.

Rubió y Lluch había nacido accidentalmente en Valladolid, de la misma manera que nació en Madrid, nuestro Viqueira, pero trasladado muy pronto a Barcelona, aquí se formó y continuó la obra de su padre. Catedrático de Literatura general en la Universidad de Barcelona, mantuvo contra todo evento y riesgo, su auténtico y recio catalanismo. Su obra no es ahora el momento de analizarla, pero sí lo que conviene destacar aquí, es que su cátedra fue ágora y tribuna de catalanidad. Muchos fueron sus discípulos que aprovecharon sus luminosas enseñanzas, y muchos fueron también los prosélitos que ganó para la causa de Cataluña. Entre ellos, figura el primero por su calidad y virtudes, Luis Nicolau D'Olwer.
Nicolau acaba de morir en México, exiliado con la honra del exiliado de buena ley, y muere a pocos días de los que fueron compañeros suyos en el primer Gobierno provisional de la República Españala, Diego Martínez Prieto e Indaledio Prieto Tuero. Pero mientras para estos dos ilustres desaparecidos no faltaron las alabanzas y el claro recuento de su méritos (por otra parte, justísimos), para el noble líder catalán, apenas si unas cortas líneas y bastante escondidas dieron la noticia simple de su deceso.

Pues bien, a reparar en parte ello, quiero dedicarle aquí en LUGO, y a petición de su generoso Redactor Jefe, Dr. Suárez Picallo, la semblanza sumaria que como polígrafo, político y hombre de bien se merece. Me unió a él una vieja amistad, nacida en horas difíciles para nuestra patria, cuando aún la República, ilusión de nuestras almas se nos ofrecía lejana y casi sin esperanzas. Pero no es un incentivo sentimental el que me mueve hoy sobre su vida y su obra. El que esto escribe jamás confundió  ni confundirá la amistad con el deber ciudadano. Procura que gocen de su amistad los que la merezcan y hacerse digno de ella, pero no la utilizará como otras cosas sagradas, para hacer alcahuetería de perversidades inconfesables. Quede eso para quien  alardeé de patriotismo y sólo le sirve para para organizar homnajes a políticos inmundos o hacer el encanallado oficio de celestina y sicofante, tomando como pretexto sentimientos que no pagan banquetes ni fanfarrias estrepitosas.

Nicolau nació en Barcelona el 20 de enero de 1888. Se doctoró en Filosofía y Letras en 1910, y desde muy joven bajo la dirección de Rubió y Lluch "ha recogido sus enseñanzas –escribe Alejandro Plana- y añadido a ellas algo del nuevo espíritu de su generación, que tal vez consista en una más sensible coordinación de las palpitaciones diversas, en una simultánea comprensión de distintas corrientes, en un ensanchamiento de las perspectivas intelectuales". Polígrafo de verdad, sin proponérselo y llevado a las más diversas actividades por el sano camino de la erudición y de la vocación más pura, poseía un caudal de cultura y una formación moral tan exquisita, que tenía la virtud de hacer aflorar en los enanos y escasos de conocimientos, el mal de su íntima depravación y la procacidad incontenible de su ruindad espiritual. Los envidiosos y los fracasados siempre tienen esas reacciones superlativamente en saber y conducta. Son las diatribas de siempre, que se quedan en pobres miserias morales.

Su saber polifacético, al que no le eran ajeno las más raras disciplinas para la investigación, hizo de Nicolau, el hombre de cultura completa. Humanista profundo, dictó clases en griego, y uno de los mejores trabajos sobre el teatro de Menandro, fue el suyo, traduciendo al catalán los poemas crónicos del gran dramaturgo helénico. Conocedor del latín, escribió el volumen de "Lingüística" de la colección Minerva; trabajó en el "Diccionario de Latín Medieval", y la importante revista "Archivum latinitatis mediiaevi", le contó entre sus colaboradores más competentes. Historiador de alta calidad, ahí están sus trabajos sobre el heterodoxo "Félix, obispo de Urgel del siglo VIII"; su trabajo sobre "La conquista de Mallorca"; "La expansión catalana por el Mediterráneo oriental", escrita para la Enciclopedia "Catalunya"; su "Extracto de la Crónica de Muntaner", etc. Tuvo oportunidad de dar a sus conocimientos de carácter histórico una resonancia universal en distintos Congresos internacionales. Citemos por ejemplo, el II y el III de Arte bizantino, celebrado el primero en Belgrano (1927) y el segundo en Atenas (1930), en donde dio a conocer su magnífica ponencia sobre "Epigrafía en Egina"; el de Ciencias Históricas en Oslo en 1928, desempañando el secretariado de la Comisión de Cronología. Igualmente trabajó en las tareas de la Unión Académica Internacional de Bruselas y dio un brillante cursillo de Arqueología sobre el románico y gótico catalán y sobre la cultura catalana en los siglos XIII, XIV y XV en la Sorbona, patrocinados por la Fundación Combó, tan propulsora de la ilustración catalanista.

Pero en nada fue tan honda la erudición de Nicolau, como en sus estudios de investigación en la historia literaria de Cataluña. Para no desmenuzar sus estudios en esta materia, que no nos permite el espacio, digamos solamente algunos títulos para darnos una pequeña idea de cuanta fue su labor en este género de dedicaciones intelectuales. Publicó "sobre las fuente catalanes de Tirant lo Blanch"; "Notas sobre las Reglas de Trobar de Jofre de Foixá y sobre las poesías que le atribuyen"; "Sobre la influencia italiana en la prosa catalana, Bernat Metge, Francese Alegre"; "Del Clasicismo en Cataluña"; "Jaime I y los trovadores provenzales"; "Gerbert (Silvestre II) y la cultura catalana del siglo X"; "Jordi de Sant Jordi"; "Del diálogo en la poesía medieval catalana"; "La Escuela poética de Ripoll en los siglos X-XIII"; "Nuestros clásicos"; "Los iniciadores del Renacimiento".  Pero ninguna obtuvo el notorio éxito de su magnífica "Literatura catalana", verdadero estudio de aquella magnífica floración del intelecto catalán, que desde el medievo hasta nuestros días no ha cesado de producir los maduros frutos de su imaginación creadora. Casi toda la obra de Nicolau está escrita en el idioma vernáculo, a lo que hay que añadir su trabajo en italiano sobre el "manuscrito catalan del Triunfo de Petrarca", publicado en Turín en 1928; y el que en francés publicó en París en 1932 estudiando "La Cataluña de la época romana". Finalmente digamos que a él se le debe la ordenación meticulosa del espistolario de la ingente figura catalana Milá y Fontanals.

En México, a pesa de que su ánimo no estaba para trabajos eruditos y además permanecía alejado de los centros que le podían suministrar los materiales indispensables, tovadía nos regaló algunas maravillosas producciones. Ahí están para acreditarlo su magnífico libro sobre el misionero franciscano y erudito historiador de Nueva España Fr. Bernardino de Sahagún y su perfecta exégesis de la obra del pensador católico Jaime Balmes.

Digamos finalmente para rematar este artículo, que no hace muchos años el ilustre filólogo norteamericano W. Giese, especializado en las literaturas peninsulares españolas, rindió a Nicolau un encendido homenaje de admiración al tratar de las letras catalanas. Agreguemos en cambio, para vergüenza de los currinches cobardes de la escatología ibérica, que en el ambicioso –nada más que ambicioso-, "Diccionario de la Literatura española", dirigido por Julián Marías y publicado por la Revista de Occidente en 1949, omite a Nicolau como a otros tantos ilustres escritores de la Península.

Dejemos para los siguientes artículos el estudio de los aspectos cívicos y humanos de Nicolau. Quede este primero, como ofrenda fervorosa al ejemplar ciudadano, al amigo fraterno y al maestro de tantas cosas bellas y perdurables de la vida y de la Historia.


VILANOVA, Alberto, “Lugo”, Bahía Blanca, marzo de 1962

Alberto Vilanova - Ensaísta e Historiador | Aviso Legal | © 2011 albertovilanova.com
Deseño: Jose Lameiras Vilanova    ACV Galaica